Bien dicen que la realidad supera a la ficción. En 1971, un hombre bien vestido secuestró el avión en el que volaba, recibió un rescate de 200 mil dólares, luego saltó en paracaídas y nadie supo más de él. Así fue como DB Cooper se convirtió en leyenda. Casi 50 años después, la policía asegura que tiene nuevas evidencias.
Según los testimonios, DB Cooper encendió un cigarrillo, ordenó un bourbon y refresco antes de revelar la bomba que portaba en su maletín. Amenazó con volar el vuelo 305 del Northwest Orient Airlines que iba de Portland a Seattle.
El 24 de noviembre de 1971, Cooper vestido en un traje oscuro con una camisa blanca y corbata negra, está sentado en el asiento 18C en un Boeing 727. Luego de alertar a un miembro de la cabina de que tenía la intención de secuestrar el avión, pidió 200 mil dólares (alrededor de 1.2 millones actuales).
Pidió cuatro paracaídas, dos primarios y dos de reserva y una camioneta con combustible en Seattle. Que haya secuestrado un avión no es nada extraordinario, especialmente en los años 70, pero lo que hizo después lo convirtió en leyenda entre los criminales.
Hay que recordar que este hombre nunca fue capturado y hasta la fecha no se tiene ni idea de quién es a pesar de que nueva evidencia ha aparecido esta semana. La evidencia consiste en un pedazo de espuma que podría haber sido utilizada para fabricar el paracaídas, pero obviamente, eso parece muy poco.
Así que el piloto llama a Seattle para exponer las demandas de Cooper. El presidente de la aerolínea accede a pagar el rescate y le pide a la tripulación cooperación con Cooper. Claro que ese no era su nombre real, él compró su boleto con el nombre Dan Cooper, pero debido a la mala comunicación, se creyó que se llamaba DB Cooper.
-Dejó que el avión aterrizara en Seattle y allí recibió 10 mil billetes sin marcar de 20 dólares (el FBI fotografió todos y cada uno de los billetes) y también los paracaídas. Expresamente pidió que no fueran paracaídas militares. Una vez satisfecho, Cooper permitió que los pasajeros y el personal salieran, excepto el piloto y el copiloto, un ingeniero de vuelo y una aeromoza. Entonces volvió a despegar.
La idea era saltar en paracaídas desde el avión para escapar. El criminal bien vestido, descrito por la aeromoza Tina Mucklow era “más bien amable” y “reflexivo y calmado”. Él quería que la nave viajara al sureste, en dirección a la Ciudad de México, lo más lento posible y manteniéndose a un máximo de 10 mil pies, cuando lo normal es 36 mil.
Pidió que el tren de aterrizaje se mantuviera abajo, los flaps de las alas a 15 grados y que la cabina permaneciera sin presurizar. Luego de algunas discusiones, Cooper aceptó cambiar el destino a Reno, Nevada porque el avión no llegaría hasta la capital mexicana.
El avión despegó dos horas más tarde. Dos aviones caza los siguieron muy por encima uno y muy por debajo el otro para que Cooper no los pudiera ver. A las 8 de la noche, 20 minutos después de empezar el vuelo, una luz de emergencia avisaba que la puerta y la escalera estaban abiertas.
A las 8:13 la tripulación, que estaba encerrada en la cabina, sintió un movimiento extraño. Dos horas después, el avión aterrizó en Reno. Rodeado por policías estatales, el FBI y el personal del Sheriff, sacaron a la tripulación pero no había rastro de Cooper.
Lo que siguió fue una cacería de proporciones inmensas, incluídas revisiones puerta por puerta, una recreación del vuelo donde lanzaron un costal de 90kg que simulaba el salto de Cooper, y una búsqueda por aire.
Aunque se estimaba que el aterrizaje de Cooper habría sido cerca del Lago Merwin en Washington, no se encontraron rastros. Primero pensaron que no había sobrevivido el salto aunque fuera un experimentado paracaidista, porque “ningún paracaidista experimentado habría saltado en la noche oscura, en la lluvia con un viento de 200 millas por hora en la cara, usando la ropa que traía, era simplemente demasiado riesgo”.
La única evidencia que obtuvo el FBI era el clip de corbata que quedó en el avión, 66 huellas dactilares y los dos paracaídas que dejó en el avión.
En 1980 un niño de 8 años encontró tres paquetes del dinero en un banco de arena en el río Columbia que proviene de Vancouver. El FBI confirmó que era del dinero de Cooper.
La investigación se cerró hace un año, pero el mes pasado se reabrió cuando encontraron una parte del paracaídas. Además, reavivó el interés de los investigadores amateurs. Al año siguiente del secuestro de Cooper, varios 15 personas intentaron imitarlo sin éxito.