Probablemente no lo recuerdes, pero este año se cumplirán 20 años de que murió en circunstancias misteriosas el hombre que aseguró haber inventado un auto que funcionaba con agua.
Stanley Meyer murió repentinamente luego de comer en un restaurante y salir corriendo diciendo: “ellos me envenenaron”. El misterio todavía envuelve su muerte sucedida el 20 de marzo de 1998.
Luego de una investigación, se determinó que murió por un aneurisma, pues sufría de presión alta. Pero muchos de los seguidores de Meyer creen que fue asesinado para suprimir sus descubrimientos.
Su hermano Steve asegura que Meyer murió en el estacionamiento del restaurante luego de reunirse con inversionistas belgas, de quienes rechazó una oferta de mucho dinero por la patente de su invento.
Steve también dijo que los “tiburones” regresaron una semana después y robaron el buggy de arena así como el equipo experimental de su hermano.
La historia de cómo murió ha estado circulando por ahí desde entonces, con muy poca evidencia para confirmar cualquiera de las dos versiones.
Incluso se hizo un documental que puedes ver aquí:
En las noticias de una estación de televisión de Ohio, Meyer demostró cómo el buggy de arena andaba con agua según explicó. Él estimaba que con 83 litros de agua se podría cruzar desde Los Ángeles hasta Nueva York.
Su invento no usaba bujías, sino inyectores que ponían una mezcla de hidrógeno y oxígeno en los cilindros del motor. El agua era sometida a una resonancia eléctrica que la disociaba en sus componentes atómicos.
La celda de agua dividía el agua en oxígeno e hidrógeno, que luego era consumida y convertida de nuevo en vapor de agua con un motor convencional de combustión interna.
Esta es una entrevista dada por Meyer:
https://youtu.be/Vd7QL1-NnlU
En 1996 Meyer fue demandado por dos inversionistas, quienes alegaron que habían sido víctimas de fraude. Su auto iba a ser examinado por un experto, el profesor Michael Laughton, Profesor de ingeniería eléctrica en Queen Mary, University of London, pero según dicen inventó una excusa para evitarlo.
Su “celda de agua” fue examinada más tarde por tres expertos en la corte y decidieron que no había nada revolucionario y que era un proceso convencional de electrolisis.
La corte lo acusó de fraude y se le ordenó regresar 25 mil dólares a los inversionistas. Sus invenciones ahora son de dominio público y pueden ser usadas por cualquier persona. Lo extraño es que nadie ha intentado replicarlas.