Aunque esto podría parecer una práctica común dadas las historias de ficción y del mundo de las caricaturas, donde los excéntricos magnates le dejan fortunas exorbitantes a sus mascotas, en realidad, no es nada común que la gente rica le herede sus fortunas a sus fieles compañeros animales. Sin embargo, resulta que aún hay quienes prefieren que sus mascotas tengan el futuro asegurado cuando sus dueños se hayan ido.
De este modo, Bill Dorris le dejó una fortuna a su perra Border Collie de ocho años Lulu luego de fallecer a sus 84 años. El dinero está dispuesto para permitirle al animal vivir con holgura y encargarse de todas sus necesidades, que serán satisfechas por Martha Burton, la encargada de la mascota millonaria. Ante esto, Burton, de 88 años, asegura que “Dorris amaba a la perra”.
El testamento
En el testamento, que hizo que la muerte de Bill Dorris llegara a los encabezados de los periódicos, el empresario dejó todos sus bienes materiales a su fiel mascota. Además, ahí especificó que de los valores que tenía debía formarse un fondo de cinco millones de dólares que tendría el exclusivo propósito de satisfacer las necesidades de su mascota, asegurar su bienestar y que su cuidadora, Martha Burton, se encargara de que nada le faltara a Lulu.
A pesar de que Martha Burton asegura que Dorris amaba a su mascota, la realidad es que el animal vivía con Burton y no con el millonario en su hogar al sur de Nashville, Tennessee, Estados Unidos.
Él siempre estaba de viaje y deseaba que a Lulu se le cuidara bien mientras él no se encontraba, así que siempre me la dejó para que yo me encargara de su bienestar.
Un dueño controversial
Bill Dorris, un empresario que debía su sustento a una compañía de bañeras para discapacitados, era soltero y tenía, aparentemente, una vida bastante solitaria. El hombre de 83 años era infame al momento de su muerte, pues era un hecho conocido que mantenía una estatua del general confederado Nathan Bedford Forrest en una de sus propiedades al sur de Nashville. Aunque el empresario aseguraba que no era un monumento racista, también decía que el esclavismo había sido “satanizado” y que en realidad fue una especie de “seguridad social” para los esclavos afroamericanos. Forrest fue líder de una infame asociación racista y quedó en la ruina tras la abolición de la esclavitud, lo que lo convierte en un símbolo muy evidente de la discriminación racial en Estados Unidos.
Debido a que el problema del racismo sigue estando a flor de piel en el día a día de los estadounidenses, la postura inflexible de Dorris sería una herida abierta en la comunidad de Nashville, que veía con malos ojos la bizarra estatua, esculpida por Jack Kershaw, famoso por defender al asesino de Martin Luther King Jr., James Earl Ray, y que tardó más de 20 años, hasta después de la muerte de Dorris, en remover el monumento que era una “vergüenza nacional”. Con el dinero de su propiedad en el Hogan Road, donde vivía el empresario, se suponía que su mascota sería mantenida después de la muerte de su amo.
Quizá no le dejó tanto como se creía
Así como Martha Burton cuando se le pregunta al respecto de la peculiar herencia que dejó Dorris a su mascota, en realidad, nadie sabe exactamente a cuánto asciende la herencia que recibió Lulu de parte de su occiso dueño. Aunque en el testamento se especifica claramente la cantidad de cinco millones de dólares, no queda muy claro que sea posible hacer eso con lo que dejó atrás el hombre.
Luego de valuar la propiedad donde vivía Dorris y donde estaba ubicada la estatua del confederado, el valor de la propiedad parece perfilarse más bien hacia los 500 mil dólares que hacia los cinco millones de dólares necesarios para cumplir con la última voluntad del empresario de bañeras. Aun así, alcanza para el mantenimiento de Lulu y cumplir con sus obligaciones hacia Burton, que deberá percibir una remuneración justa por los cuidados que le dedique a la mascota del difunto comerciante.