Hay de héroes a héroes, y Gino Bartali merece un lugar entre los mejores. Fue uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos, y eso ya lo pone en otra categoría, pero lo que lo hace destacar aún más es que salvó a más de 800 hombres, mujeres y niños; y lo mantuvo en secreto hasta después de su muerte, cuando 50 años después, encontraron un viejo diario.
Bartali fue un gran héroe en su tiempo, por sus logros deportivos. Mussolini lo quería como estandarte de su gobierno fascista, pero él siempre se negó. Antes de la Segunda Guerra Mundial, había ganado un Tour de Francia, una de las carreras más difíciles y prestigiosas del mundo. Ese año, esperaban que dedicara el triunfo a Mussolini, pero en lugar de eso, se lo dedicó a sus fans.
Cuando empezó la guerra, se vio obligado a competir solo en carreras en Italia. Además, ganó tres Giros de Italia, la carrera conocida como “la más dura del mundo”.
Nativo de Florencia, tuvo una infancia humilde. Su papá le consiguió trabajo como mecánico en un taller de bicicletas. Como era buen trabajador, un día su jefe le regaló una. A partir de ahí su talento afloró naturalmente. Batalló contra muchas infortunas, desde la muerte de su hermano en un accidente en bicicleta, hasta tramposos que intentaron impedir sus triunfos, cuando era un “perfecto desconocido”.
Pero lo más importante es lo que nadie sabía, hasta hace poco. Cuando empezó la guerra, Bartali arriesgó su vida transportando documentos falsos, escondidos en el cuadro de la bicicleta. Su religión fue clave para que decidiera ayudar a los judíos de Florencia luego de la ocupación nazi en 1943. Además, desde que era aprendiz de mecánico, se volvió amigo de Giacomo Goldenberg, que era judío.
Cuando las medidas anti-semitas fueron implementadas, Bartali escondió a la familia Golberg en su sótano. Por si esto no fuera suficiente, a petición del Cardenal de Florencia, Elia Dalla Costa, quien fue amigo cercano, empezó a llevar documentos falsos para salvar a más de 800 judíos, durante dos años de actividad clandestina, haciendo 200 kilómetros diarios.
El cardenal le ofreció protección a los judíos en contra del régimen, y le pidió a Bartali que transportara los documentos de identidad entre Florencia y Assisi, donde eran fabricados clandestinamente. Él era el único que podría hacerlo porque en esos tiempos era imposible para cualquier civil.
Rodaba con los documentos en su bici, y como campeón ciclista, había entrenado por años en esos caminos, así que muchos de los soldados no eran tan rigurosos en sus revisiones. Fácilmente podía decir que solo estaba entrenando. Además, en la guerra también había servido como mensajero.
Normalmente solía dirigirse a algunos monasterios, donde los frailes tenían escondidos a algunos judíos que huían de la persecución nazi. En aquella época, se prohibieron todo tipo de competiciones deportivas, sin embargo, con él hicieron una excepción al ser todo un héroe nacional.
Al esconder a una familia judía y transportar estos documentos falsos, Bartali estaba arriesgando su vida. Estaba comprometido con su misión, pero no hay duda de que tenía mucho temor, en gran parte porque sabía que lo que hacía era un peligro para él, su esposa y su hijo que era muy pequeño (en alguna ocasión, fue interrogado en un punto de revisión por la policía).
Cuando la guerra terminó, Bartali regresó al ciclismo. Pero el estrés hacía que luciera 10 años más viejo de lo que era (tenía 32 años). Por eso, la gente le apodaba “el viejo”. Cuando regresó al Tour de Francia en 1948, incluso su equipo era escéptico sobre sus oportunidades.
Pero en una subida terrible en los pirineos, Bartali sacó una increíble cantidad de fuerza que destrozó a sus contrincantes franceses. Mucha de la sorpresa se debió a que regresó con el triunfo a Italia, habiendo vencido a rivales más jóvenes. Esa diferencia sigue siendo un record imbatible hasta estos días.
Ese año también obtuvo el Campeonato de Zúrich y quedó en segundo lugar en el Campeonato de Italia. Un año después, quedó segundo en el Tour. Años después, Bartali se retiró a su tierra. Ahí vivió con su mujer y dos hijos, hasta el año 2000 cuando murió a los 85 años.
En 2003, los hijos de Giorgio Nissim, el líder de Delasem (la asociación de resistencia judía en la guerra), estuvieron buscando entre los viejos papeles de su padre, y se encontraron un diario donde había narrado con todo detalle el funcionamiento de su organización. Así fue como se supo lo que había hecho Bartali para salvar a cientos de personas.
Los hijos de Bartali afirmaron que su padre nunca quiso dar a conocer esos hechos ni hablar de esa época. Recuerdan que el quería ser recordado por sus logros deportivos, y refieren lo que él decía:
“En la vida, esas cosas se hacen y basta. El bien se hace, no se dice. Ciertas medallas se cuelgan en el alma, no en el maillot”.
Andrea Bartali, uno de sus hijos, asegura que su padre no se veía a sí mismo como un héroe, y que cuando la gente le decía que era un héroe, el respondía:
“No, quiero ser recordado por mis logros en el deporte. Los héroes verdaderos son otros, aquellos que sufrieron en su alma, corazón, en su espíritu, en su mente, por sus seres queridos. Esos son héroes reales, yo solo soy un ciclista”.
La Unión Ciclista Internacional lo cataloga como el sexto mejor ciclista de todos los tiempo. En 2013, Israel le rindió homenaje al conocer lo que había hecho en secreto. En 2014, la película “My Italian Secret” narró lo sucedido. Este es el trailer: