Aunque nos digan muy seguido que “nos vayamos al infierno”, la gente nunca se acuerda de darnos direcciones precisas y ni Google Maps nos hace el paro realmente en esas ocasiones. Pero con un poquito de investigación, es posible localizar la entrada a donde finísimas personas como el que inventó los impuestos, los enemigos de James Bond y los antagonistas del Enmascarado de Plata conviven codo con codo y resulta que se encuentra ubicado en el país del sol naciente.
Y no, no nos referimos al Monte Osore (恐山), cuyo nombre podría significar en español “El monte ‘Ten Miedo'”, ubicado en Aomori y que tradicionalmente se considera que alberga el portal “hacia el otro mundo”, sino a un sistema de cuevas ocultas en Hokkaido que reclamó la vida de un explorador que osó entrar en el lóbrego dominio.
Una cueva oculta por mitos y advertencias… y con razón
La información sobre el portal a otro mundo ha sido mantenida en secreto, pasando de generación en generación por medio de la tradición oral del pueblo Ainu, indígenas locales de la zona. En el relato se habla de dos hombres que lograron escapar apenas con vida de las fauces infernales; uno de los sobrevivientes dijo que jamás quería volver ahí y vivió una vida larga luego de eso, mientras que el otro, quien expresó su deseo de regresar, murió misteriosamente y de modo abrupto poco después de su aventura.
La cueva que según el folclore conduce hacia el corazón de los infiernos se encuentra ubicada en las faldas el monte Otoko y, de acuerdo a la investigación del explorador Seiji Nakazawa de Soranews24, la estructura de roca sólida que rodea al túnel indica que el único sitio al que conduce es “hacia abajo”, aunque se necesitan nervios de acero para comprobarlo por uno mismo dadas las misteriosas desapariciones que han ocurrido en esos túneles a lo largo de los años.
¿Ahora resulta que Dante andaba de paseo por Japón?
Probablemente, el bosque oscuro donde el poeta Dante Alighieri se encontraba perdido era una representación simbólica o una visión onírica, pero sería interesante que el poeta hubiera terminado vagando por la espesura de los bosques de la prefectura más septentrional de Japón y que terminara cruzando las advertencias en las cavernas Afun Ru Paro y como él probablemente no sabía japonés, malinterpretó el “No entrar” como “Abandonen toda esperanza, quienes aquí entren”.
De tal modo, un investigador japonés de la cadena de investigación cultural Soranew24 se lanzó al sitio a encontrar el lugar exacto de la entrada donde se rumora que desde tiempos del mito tantos han encontrado su fin, ubicándola al sureste del santuario Otokoyama, cerca de los márgenes del río Pippu.
Una tierra de leyendas y portales al inframundo
Aunque la población del rural Pippu es de menos de 4000 habitantes, con una población de 44 personas por kilómetro cuadrado, la riqueza de su imaginario se ve reflejada en las vívidas historias que abarcan aspectos de la vida diaria como es vista desde la tradición Ainu.
Los pobladores autóctonos de la zona de Hokkaido, cuya población ha ido en declive y casi termina completamente asimilada por la sociedad japonesa dominante, aún se mantienen alerta contra los peligros de acercarse demasiado al umbral infernal y por ello se tienen siempre vigentes los letreros de “Prohibido el paso” para desalentar a curiosos y cazadores sobrenaturales.