Corea del Norte es usualmente visto como uno de los regímenes más inflexibles y severos del mundo, donde una clase gobernante acostumbra estar exigiéndole disciplina militar y sacrificio total e incondicional hasta al más humilde de sus ciudadanos, pero un caso inverosímil acaba de captar la atención de la prensa internacional: la condena a cadena perpetua a un bebé de dos años de edad.
Según un reporte del Departamento de Estado de los Estados Unidos, un bebé que apenas empieza a conocer el mundo estará el resto de su vida tras las rejas, siendo su único crimen haber nacido en el seno de una familia cristiana que fue descubierta por tener posesión de una biblia. El desproporcionado castigo por ejercer su derecho humano a la libertad de culto es algo que ha indignado a todo el mundo.
Una condena injusta e inhumana
Entre los casos reportados por el documento de Inteligencia estadounidense, que menciona una miríada de horrores que desearíamos que fueran imposibles, está el de una familia entera que fue arrestada en 2009 por el “terrible crimen” de encontrarse en posesión de material literario subversivo, una biblia.
Actualmente, el bebé debe tener, si ha sobrevivido a las condiciones de hacinamiento, maltrato, denigración, abusos, malnutrición y salvajismo en general, 16 años, pero bajo esas circunstancias, es imposible imaginar cómo un joven de esa edad en esas circunstancias podría llamar “vida” a una experiencia de continuo suplicio y miseria.
La libertad de culto penada: trabajos forzados, cadenas perpetuas y hasta muerte
Según investigaciones, existen dos sistemas de condena a quienes son acusados de “crímenes de creencias religiosas”: el primero involucra al Ministerio de Seguridad Social y a la Oficina del Fiscal, que persiguen casi exclusivamente a quienes creen en el shamanismo, a quienes envían a hacer labores forzadas durante seis meses, a sufrir en “centros de reeducación” hasta por tres años o, de plano, son ejecutados. El caso de los cristianos no es mejor.
Usualmente atacados desde un sistema de persecución secreto del Ministerio de Seguridad del estado, tratando solo casos que involucran a la fe cristiana, las sentencias típicas por practicar sus creencias, cuando no son ejecutados inmediatamente, son entre 15 años y cadena perpetua en la cárcel, que se le aplica hasta a tres generaciones de la persona condenada (desde sus abuelitos hasta sus nietos), durante los que sufren de abusos, trato inhumano y torturas físicas.
Las principales víctimas son las mujeres, pero nadie está a salvo
Aunque la religión está prohibida en el país, oficialmente, 70.9 por ciento de la población es “atea”, 11 por ciento budista y 1.7 por ciento perteneciente a otras religiones, incluyendo la cristiana, cuyos practicantes se suponen entre 200 mil y 400 mil. En ese sistema de creencias se tiene a la gente que no pertenece “a la élite” como desechables y reemplazables. Por su parte, las mujeres, a quienes explota y menosprecia, son quienes más sufren y en el caso de las mujeres religiosas ese abuso desmedido, sin par en el mundo, es doble.
De entre los 50 mil y 70 mil prisioneros que permanecen encarcelados por el mero hecho de ser cristianos y miles más que son acusados de practicar “actos supersticiosos”, se estima que las mujeres son más del 70 por ciento de las víctimas documentadas y los abusos más comunes a sus derechos humanos fueron la negación a un juicio justo, tortura, negación al derecho a la vida, privación de la libertad y violencia sexual. Aunque en el caso de las mujeres, todo es desproporcionadamente peor, hombres y mujeres de 2 a 80 años son susceptibles de abusos y vejaciones de parte del estado.
Los líderes no son dioses, pero desvían balas y son seres superpoderosos y extraordinarios
El régimen norcoreano, que se define a sí mismo como ateo y que odia que lo llamen “religión”, irónicamente, comparte muchas características con corrientes fundamentalistas que colocan a la dinastía Kim como “la figura central divina” de su adoración, aunque se abstienen de darle trato apoteósico a los líderes del pasado o presente.
Aun así, en los centros de educación le enseñan a niños y adultos que “las balas disparadas al líder se desvían de su curso” y que son capaces de “prodigios sobrenaturales”. Mientras los líderes norcoreanos parecen superhéroes sacados de cómics o mesías que provienen de “la era del mito”, el gobierno prohíbe terminantemente las prácticas supersticiosas, esto es, la religión.