Un caballo de carreras muy viejo todavía anda haciendo de las suyas gracias a su devoto amigo y cuidador. Cuando Donnie MacAdams se levanta en las mañanas para alimentar a sus caballos, hay uno en particular que recibe su atención, el viejo caballo que vive más gracias a su amistad.
“¡Waco! ¿Cómo estás? ¿Quieres tu comida?”, le grita desde lejos cuando llega al establo. Waco es un viejo caballo de carreras retirado que vive sus últimos días en una granja en Vermont, Estados Unidos. Ambos eran un par de gruñones a quienes unió el destino.
MacAdams maneja un centro de información de gobierno, pero por los últimos 8 años, su tiempo libre lo dedica a Waco. No es una amistad cariñosa porque MacAdams no es un tipo de esos, y tampoco Waco.
“Es un duro y viejo hijo de p##a”, dice MacAdams de Waco, “lo mismo que yo”.
Waco nunca pudo ganarle a muchos de los otros caballos de carreras, pero los ha vencido en longevidad. Celebró sus 40 años hace pocos días, una edad rara para un caballo, que equivale a 120 años en una persona.
Por una antigua regla de los caballos de carreras, el 1 de enero es el cumpleaños de todos los corredores, y dado que la expectativa de vida de los caballos es de 25 años, se considera un caballo viejo.
Pero su cuidador, Donnie MacAdams es parte importante de su longevidad. Vive arriba del granero, en un departamento, y no solo es su cuidador, sino una especie de compañero de departamento, aunque más que nada, es su amigo.
Pero no deberían dejarse engañar por la aparente rudeza. Por diversión comen galletas de animalitos. Un apetito saludable es relativamente nuevo para Waco. Cuando MacAdams llegó en 2008, el caballo apenas comía.
“Pensaba en cavar un agujero, porque no pensaba que fuera a durar el invierno”, dijo.
Pero resultó que Waco no estaba enfermo, estaba solo.
MacAdams recuerda:
“Le hablé un día como por media hora, y le hice entender que no me iba a ir a ningún lado, ‘soy tu amigo’, le dije. Así ha sido por ocho años. Ha habido veces en el invierno que entro al establo, camino y simplemente me apoyo en la cerca y él pone su cabeza en mi hombro y mastica, mastica y mastica y me tranquiliza”.
Incluso después de un ataque al corazón, cuando MacAdams pensó que no se iba a recuperar (“no podía ni cargar una cubeta de agua porque era muy exigente físicamente”), Waco estaba ahí.
Cuando se le pregunta si ha pensado en qué le pasaría a Waco si él ya no estuviera, MacAdams contesta:
“Sí, claro, creo que esa es en parte la razón por la que todavía ando aquí, honestamente”.