De entre los muchos robos que suceden a diario, uno es todavía recordado por ser legendario. En febrero de 2003, un equipo de ladrones italianos, liderados por Leonardo Notarbartolo, y conocido como la “Escuela de Turín”, fue acusado de ingresar a una bóveda en el Centro Antwerp de Diamantes.
Se creía que la bóveda era impenetrable, tenía 10 capas de seguridad, incluídos detectores de calor infrarrojos, un radar Doppler, campos magnéticos, sensores sísmicos y una cerradura con 100 millones de posibles combinaciones. sin embargo, los italianos lograron un botín de 100 millones de dólares en diamantes, joyería y otros objetos valiosos.
1. El robo
Se le llamó el robo del siglo, e incluso hoy en día, la policía no puede explicarse cómo lo hicieron. Los bienes robados nunca se pudieron recuperar, pero basándose en la evidencia circunstancial, Notarbartolo (uno de los supuestos involucrados) fue condenado a 10 años de prisión.
Notarbartolo permaneció en silencio por mucho tiempo antes de contar su historia desde la celda. Tuvieron que pasar seis años para que revelara su versión del robo. Reconoció ser un ladrón y un mentiroso, por lo que su historia siempre será dudosa.
Su historia comienza el 16 de febrero de 2003, cuando Notarbartolo tomó la carretera E19 en Antwerp, hacia Bruselas, en un Peugeot 307 rentado. No había dormido en dos días. En el asiento del copiloto iba un hombre conocido como “Speedy”.
Notarbartolo y Speedy eran amigos desde hacía 30 años. La vida los hizo primero compañeros de escuela y luego socios criminales. Aparentemente, “Speedy” destacaba por cometer errores en los “trabajos”. Por ello, otros criminales no querían que fuera incluido en golpes grupales. Pero Notarbartolo respaldaba a su amigo y cuando tenían un trabajo “grande”, lo incluía en el equipo.
El gran robo había salido bien, y “Speedy” había hecho su parte a la perfección. No hubo alarmas, ni policías, nada. Los hombres tuvieron unas pocas horas para escapar, antes de que su fechoría fuera descubierta. La seguridad en la joyería se daría cuenta del robo hasta en la mañana del lunes.
Otra parte del equipo estaba en camino a Italia, ellos tenían las joyas. El punto para reunirse y repartirse el botín era la ciudad de Milán en Italia.
2. El día siguiente
Cuando los guardias de seguridad llegaron el lunes por la mañana, se dieron cuenta de que la gruesa puerta de acero de la bóveda estaba abierta. Había sido violada la seguridad de una de las bóvedas más seguras del mundo. El reporte oficial apunta que 100 de los 189 depósitos habían sido robados; algunos estaban todavía en el piso.
Patrick Peys y Agim De Bruycker, únicos policías especializados en robos de diamantes en el Mundo, llegaron a la escena del crimen. Antwerp era una zona que pensaron jamas sería robada, pues por ahí pasa más del 80% de los diamantes en el mundo y además tiene vigilancia las 24 horas y se tienen 64 cámaras de vídeo monitoreando el distrito en todo momento.
Los policías especializados llamaron a la compañía propietaria de la alarma para preguntar sobre el estatus de la alarma. El sistema decía que la bóveda se encontraba segura y funcionando, los investigadores sabían que era un error, ya que ellos se encontraban en su interior en la escena del crimen.
3. 18 meses antes
Esta no era una operación simple. No se había planeado rápidamente. En el 2000, Notarbartolo rentó una oficina dentro del Diamond Centre. Se presentó como un importador de gemas con base en Turín y agendó reuniones con vendedores.
Notarbartolo asegura que él nació para robar. Lo ha hecho desde que estaba en la escuela, y ya no se trataba de dinero. A partir de los 30 años empezó a reunir equipos de ladrones, cada uno con una especialidad distinta.
Conocía expertos en abrir cerraduras, en desconectar alarmas, personas que podrían hacer un túnel; era tan grande la red que tejía que llegó a tener entre sus socios a un hombre que podía escalar edificios como una araña. Cada trabajo necesitaba una mezcla distinta de expertos ladrones. La mayoría de los ladrones, vivían cerca de Turín, por lo que al grupo comandado por Notarbartolo se le conoció como la “Escuela de Turín”.
La especialidad de Notarbartolo era el engaño. Actuó como si fuera un comerciante de diamantes, compró algunas gemas por aquí y por allá para ganarse la confianza de la gente. Luego de ir y venir varias veces al mes al pueblo por negocios, donde vendía gemas robadas a compradores de confianza, un día un “comprador” judío de diamantes, quien sabía de la larga trayectoria del Italiano, le hizo una propuesta.
4. El contrato
Por 100 mil euros como cifra inicial, Notarbartolo tendría que responder una pregunta simple del contratista: ¿se podría robar el Diamond Centre? La fuerte suma lo motivó y pronto se puso a investigar sobre el lugar.
Usó una pluma que salía de su camisapara tomar fotografías. La pluma tenía una microcámara que tomaba fotos de alta resolución. Poco a poco fue conociendo el lugar, e investigó cómo se construyó la bóveda y cómo era monitoreada.
Notarbartolo le dijo al judío que no se podría llevar a cabo el robo. Posteriormente, relata Notarbartolo, el mercader convocó a una reunión en un almacén abandonado. Dentro, había una réplica exacta de la bóveda del Diamond Centre. El judío se basó en las fotos que Notarbartolo le envió. Además, estaba reunido el resto del equipo que trabajaría en el robo.
Sus colegas eran el “Monstruo”, un hombre musculoso que era experto en cerraduras, electricista, mecánico, conductor y que tenía una fuerza física descomunal; el “Rey de las llaves”, un anciano que parecía el abuelo de todos los otros, y que según el judío, era uno de los mejores fabricantes de llaves del mundo; y finalmente, el “genio”, el experto en desarmar alarmas que podría desarmar casi todas las existentes.
5. La bóveda
El reconocimiento fotográfico que Notarbartolo hizo para su empleador, empezó en la cabina de vigilancia de policía, el cual se encontraba en la calle Schupstraat. Atrás de los cristales blindados, dos oficiales monitoreaban el área. Las tres cuadras principales del distrito eran vigiladas milimétricamente por cámaras de vídeo.
El Diamond Center es una fortaleza gris que tiene una fuerza de seguridad operada desde un centro de control en la entrada. El acceso era bloqueado por torniquetes de metal, y todos los visitantes eran cuestionados por los guardias. Notarbartolo fotografió sus identificaciones al igual que todo lo que se encontraba alrededor.
La bóveda tenía una puerta de 3 toneladas y estaba dos pisos bajo tierra. Luego de bajar en elevador, se encontró en una antecámara a la bóveda. La bóveda sola tenía seis capas de seguridad. Había una rueda de combinaciones con números del 0 al 99.
Para entrar, tenían que marcarse cuatro números, y los dígitos podían verse solo a través de un pequeño lente. Había más de 100 millones de combinaciones posibles. Ninguna herramienta podría funcionar para abrirla. La puerta podría soportar 12 horas de taladrado continuo. Pero cualquier vibración activaría la alarma sísmica.
Además, la puerta era monitoreada por un par de placas de metal, una en la puerta y otra en la pared a la derecha que cuando estaban armadas, formaban un campo magnético. Si se abría, se activaba la alarma. Finalmente, tenía un cerrojo que necesitaba una llave de 30 centímetros, imposible de duplicar.
Cualquier intento de entrar tenía que ser en la noche, cuando la vigilancia era casi nula, pues tenían mucha confianza en la tecnología con la que aseguraban la bóveda, notó el ladrón.
Una cámara de seguridad transmitía sus movimientos a la estación de los guardias cuando estaba en la bóveda. Cada caja dentro de la bóveda necesitaba una llave y una combinación para poder abrirse. Cada una tenía casi 20 mil posibles combinaciones.
6. El trabajo
El “genio” le había dicho al ladrón italiano que podría desactivar casi todas las alarmas, pero una o dos tendría que desactivarlas él. Dos días antes del robo, Notarbartolo entró a la bóveda. En su chaqueta, llevaba una lata de spray para el pelo.
Para entrar a la bóveda, Notarbartolo presionó un botón en la reja de acero. Un guardia abrió a control remoto la puerta y Notarbartolo entró.
Notarbartolo cubrió los sensores de calor con el spray. El guardia de seguridad, acostumbrado a las visitas de Notarbartolo, no puso la atención necesaria. El spray hizo que el sensor de calor no notara los cambios de temperatura en el cuarto.
El día del golpe, el equipo completo ingresó a la antesala de la bóveda. El “genio” pegó unos bloques de aluminio a las placas magnéticas de la bóveda para mantener el campo magnético, luego de desatornillar una de los magnetos para abrir la puerta. No hubo alteración del campo magnético.
Luego, el “rey de las llaves” tuvo una corazonada. Fue al cuarto de servicio y encontró ahí la llave de la bóveda. Habían notado que el guardia la colgaba ahí a veces, y efectivamente ahí estaba. Usaron la original, pues no tenía sentido hacerle saber a la policía, que su preciosa llave podría ser duplicada, dijo Notarbartolo. El “genio” puso la combinación en la cerradura y abrieron la puerta. Apagaron las luces para evitar los sensores de luz.
Luego de entrar, era turno del “Monstruo”: tenía que desactivar los sistemas restantes. Como lo practicaron en la réplica, tenía que caminar 11 pasos exactos, y levantar un panel en el techo para desactivar en la oscuridad los circuitos. Hizo un puente en los cables y evitó así que las alarmas encendieran. Con una caja de nieve seca y cinta, cubrieron el detector de luz y continuaron.
El “rey de las llaves” sacó un taladro casero y le puso una delgada punta de metal especialmente fabricada para abrir cerraduras, y con la que abrió todas las cajas que pudo en 3 minutos, hasta que la llave se rompió. Trabajaron en la oscuridad, de memoria, encendiendo la luz solo para insertar la “llave” en una nueva caja.
Se llevaron 109 cajas. A las 5:30 de la mañana, Notarbartolo dio la señal de terminar. La gente estaría en la calle dentro de poco. Necesitaban subirse al carro y marcharse. Tomó una hora llevar todas las bolsas hasta arriba, pasar los sensores y subirlas al carro, que era conducido por “Speedy”.
Cuando regresaron al departamento “Speedy” y Notarbartolo, se dieron cuenta de que les habían tendido una trampa. Algunas de las carteras estaban vacías. Solo tenían 20 mil de dólares, cuando esperaban 100 millones.
El hombre que había contratado a Notarbartolo y a “Speedy” era un cazador de ladrones. Antes de llegar al departamento, estos últimos debían deshacerse de la evidencia que traían en el auto.
Los ladrones de diamantes en su escapada salieron de la autopista, con la intención de destruirla, pero cometieron un error y muchas de las envolturas con sus huellas dactilares se esparcieron, haciendo imposible recogerla.
Algunos de los papeles en el campo tenían escrito “Antwerp Diamond Centre”. El dueño del terreno había comprado la propiedad para cazar nutrias, era un cazador.
Cuando los ladrones intentaban quemar la evidencia, no pudieron porque escucharon un ruido. Al día siguiente, el cazador vio el desastre que dejaron los ladrones y contactó a la policía.
Por su parte, el mercader nunca apareció en Milán como había acordado con Notarbartolo. Inicialmente estuvieron de acuerdo en que él obtendría una tercera parte del botín por juntar al equipo, pero parece que el reparto fue mucho más injusto que eso.
Notarbartolo terminó en Bélgica, con los detectives De Peys y De Bruycker. La familia italiana se había marchado, y encontraron bolsas y una alfombra enrollada. Las bolsas tenían evidencia importante.
El mismo día, la policía italiana rompió las cerraduras en su casa en Turín. Encontraron 17 diamantes pulidos con certificados que los agentes rastrearon a la bóveda.
Detalles sobre cómo se realizó el robo son desconocidos, y también si la fortuna de Notarbartolo lo espera en algún lugar. Lo que se sabe es que el crimen, por su nivel de detalle e investigación, es uno de los robos más grandes de la Historia.