Por 20 años, Richard Spencer, de Hull, Yorkshire, Inglaterra, sufrió abusos físicos, verbales y psicológicos por parte de su esposa Sheree, que le dejaron lesiones permanentes. Pero esto se acabó y ahora que la mujer ha sido sentenciada a cuatro años de prisión, poniendo fin a una historia llena de violencia y humillaciones, el padre de tres hijos busca rehacer su vida y pasar tiempo con ellos mientras trata de dejar atrás el oscuro pasado.
Richard conoció a Sheree en una discoteca en el 2000. Él era un joven de 23 años que iba al gimnasio y amaba divertirse con sus amigos, mientras que Sheree tenía 22, era una mujer atractiva, “divertida y segura de sí misma que agradaba a todo el mundo”, por lo que no tardaron mucho en salir juntos y hacer una vida vida en pareja. Pero lo que parecía una historia de cuento de hadas, poco a poco, se hizo un cuento de terror.
La violencia comenzó unos meses después de que Sheree se mudó al departamento de Richard en Ipswich, Suffolk. La pareja tenía discusiones por cosas pequeñas y ella siempre lo empujaba, lo abofeteaba o rompía cosas. Después de la pelea, ella le dejaba una nota disculpándose por gritar y, aunque Richard nunca le discutía, él también se disculpaba porque pensaba que también tenía algo que ver en el enojo. Él disimulaba los moretones con maquillaje.
Sin embargo, los ataques de ira no solo incluían violencia física. En una ocasión, en 2007, Sheree tuvo una aventura con uno de los amigos de su novio, pero culpó a Richard por hacerlo, ya que “trabajaba muchas horas y la descuidó”. Él decidió perdonar esto y en 2009 se casaron en Tailandia, en un hotel de lujo en las isla Phi Phi; no hubo amigos ni familiares, solo ellos. Poco a poco, también lo iría alejando de ellos.
Richard pensó que el matrimonio arreglaría sus problemas y que sería un nuevo punto de partida, pero no fue así. Los maltratos y humillaciones continuaron. Sin éxito, intentaron formar una familia, pues ella decía que cuando tuviera un bebé, sería feliz. Según contó Richard a Daily Mail, a sus intentos de concepción los llamaban el “baile de bebé” y había ocasiones en las que ella insistía en “bailar” dos veces por día.
Richard aseguró que si no era físicamente capaz, ella le decía cosas como “No eres hombre”, lo que causó una gran inseguridad en él, quien comenzó a comprar Viagra por internet, pero no tuvo ningún resultado placentero. En 2014 se decidieron por la fecundación in vitro, concibiendo a su primera hija al sexto intento. La niña nació en 2015 y se mudaron a una casa más grande cerca de York, pero eso no redujo los problemas entre los dos.
Ella pasaba horas atacándolo y gritando, hasta que eventualmente se dormía de lo ebria que estaba. En varias ocasiones rompió las computadoras de Richard estrellándolas con el piso, pero lo peor fue cuando comenzó a utilizar a su hija como amenaza. En una ocasión dijo que se rompería la cara contra un espejo para cortarse y después llamar a la policía y culparlo para que no pudiera volver a ver a la pequeña.
Richard comenzó a guardar evidencia en video y fotos de los abusos, pues sabía que debía protegerse de alguna forma. Sin embargo, aún tenía esperanzas de que todo mejorara, ya que él quería que estuvieran juntos. Además, tendrían algo más en común, otra hija venía en camino. Su segunda hija nació al primer intento de fecundación in vitro y, tan solo cuatro meses después de su nacimiento, Sheree se embarazó de forma natural de su tercer hijo.
Sheree siempre quiso tener tres hijos y cuando los tuvo, comenzó la fase a la que Richard llama el “descarte”, pues ella quería la casa, los niños y que él pagara el mantenimiento, por lo que hacía todo para lograrlo, como cuando abría la ventana y gritaba a la calle “¡Richard, detente. Estás hiriéndome. No me golpees”, solo para cerrarla y decirle en la cara “Tú nunca me vencerás. Soy mucho más inteligente que tú”.
El consumo de alcohol aumentó y con él, la violencia. La mujer bebía hasta tres botellas de vino al día y llegó a defecar en el suelo para luego obligarlo a limpiar. Además, llegó a ser golpeado por una botella que le desfiguró la oreja de forma permanente. Con moretones en el cuerpo y desmoralizado, Richard solo quería apagar la luz de su existencia, pero permaneció por sus hijos.
Todo cambió cuando una noche, Tony, un amigo de Richard al que no veía hace años, recibió una llamada de Sheree diciendo que estaba siendo abusada. Tony se apresuró a la casa, pero ahí pudo conocer la verdad de la boca de su amigo, quien le mostró los videos e imágenes de sus heridas, que el hombre usó de prueba para dar aviso a las autoridades, quienes no tardaron en llegar al domicilio.
Tony dijo: ‘Tengo que hacer lo que creo que es mejor para ti como amigo y para los niños’. Incluso si me odias ahora, espero que en el futuro pienses que es por la razón correcta. Le dije: ‘Haz lo que tengas que hacer’.
—Richard Spencer
Sherren estaba semidesnuda tumbada en el sofá cuando la policía llegó a arrestarla. La policía volvió para tomar declaraciones del abusado marido y, aunque sabía que ella era la culpable, trató de disculparla. Al día siguiente, un trabajador social y dos oficiales le informaron que su esposa estaba siendo acusada.
En detención le mostraron un video sin sonido de ella amenazando a Richard con reventar las llantas de su auto, después salió con un cuchillo a pinchar las llantas y regresó para colocar el cuchillo en el cuello del hombre. Ella dijo que tenía un cuchillo porque le estaba pidiendo el divorcio y que se iba a matar si no se lo daba. Pero cuando reprodujeron el audio, ella estaba acorralada.
Pensé que cuando viera el video no creería que era capaz de eso y se enfadaría mucho. Pero la policía dijo que ella nunca mostró ninguna emoción. Entonces supe que toda su vida era un tapiz de mentiras.
—Richard Spencer
En total, Richard entregó a la policía 36 videos, nueve grabaciones de audio y 43 fotografías de abuso. Sheree fue sentenciada por el Tribunal de la Corona de Hull a cuatro años de prisión tras declararse culpable de comportamiento coercitivo y controlado. Además, se le agregaron tres cargos de agresión que ocasionaron daños corporales reales y se le emitió una orden de restricción.
Richard ahora intenta vivir tranquilamente junto a sus hijas. Su madrastra y hermana, a quien no veía en años, se reunieron con él para apoyarlo a superar el trauma. El hombre sabe que sus cicatrices físicas y emocionales tardarán en sanar, pero quiere darles los mejores años a sus hijas antes de que su madre salga de prisión.
Están floreciendo en un hogar seguro y protegido. Es lo que se merecen.