Todos sabemos que por lo regular el primer auto de un varón es un vehículo usado, al que tarde o temprano —o más bien, muy pronto— tienes que hacerle reparaciones y cambios para que funcione.
Si tienes la suerte de contar con un amigo experto mecánico que te cobre barato puedes confiar en que tu carro puede quedar muy bien; pero si no es así, más vale que no te arriesgues a querer jugarle al profesional e intentes hacerle modificaciones tú mismo, porque podrías terminar de estropearlo más, como le sucedió a Robert Woods.
Este hombre de Mánchester había comprado un Peugeot 206 de tres puertas por tan solo 654 dólares. Era un coche demasiado barato y sabía que tendría que invertirle más dinero en cuanto empezaran a notársele los “detalles”. El primero de ellos fue que la ventana del lado del pasajero no subía.
Robert preguntó por los precios de reparación, pero en lugar de gastar 65 dólares para arreglar la ventana creyó que lo mejor sería gastar 32 —¡poco menos que la mitad!— en una puerta nueva e instalarla él mismo. Ahorrarte dinero para un desperfecto así parece buena idea, pero deja de serlo cuando sale a relucir que no eres un experto.
Aún así este hombre fue con un distribuidor de autopartes y pidió una puerta nueva para su Peugeot. Recibió la pieza que quería y tardó tres horas en instalarla. Todo estuvo bien y él estaba orgulloso de su trabajo, solo que al terminar se dio cuenta de que había un ligero error.
Cuando cerró la puerta notó que era demasiado pequeña y quedaba un espacio vacío. Por error había pedido la pieza de un Peugeot de cinco puertas, que son más chicas que el de tres que quiso arreglar.
Fue a quejarse con el distribuidor, pero el error había sido todo suyo así que no pudieron hacer nada por él. Después de todo su esfuerzo quitó la puerta nueva y puso la vieja; prefirió seguir viajando con la ventana descompuesta que mostrar a todos su equivocación.
Obviamente sus amigos sí se dieron cuenta de lo que había hecho y cada vez que lo veían en su Peugeot le recordaban cuando quiso repararlo. Ahora Robert tiene un Audi A3, pero no ha podido vender su 206 con la ventana descompuesta.
Si no eres un experto mecánico ni tienes un amigo que sepa de reparaciones de autos, más vale que no quieras jugarle al “Enchúlame la Máquina”, pues podrías terminar viéndote como Robert.