Seamos sinceros, visto de manera fría y objetiva, el matrimonio es un contrato, indisoluble, en el cual dos individuos se juran amor y se comprometen a cuidarse mutuamente.
El ambientalista peruano Richard Torres empleó el matrimonio como alegoría para reafirmar su compromiso con el cuidado del mar, una parte importante de nuestro mundo, que simplemente no podemos despreciar.
Sacramento como protesta
Me casé con el mar con el único propósito de que tú, ser humano, tomes consciencia. Sé que puedes hacerlo. El mar sangra, el mar se está asfixiando. Respeta la vida del mar, pon tu corazón en ello.
La ceremonia se llevó a cabo luego de que, a causa de la actividad de una multinacional petrolera, la playa Makaha, de Costa Verde, en Lima, Perú, fuera terriblemente afectada a nivel ambiental y, consecuentemente, económico y social.
Repsol, la causa
El acto simbólico nació a raíz de un derrame petrolero, responsabilidad (¿irresponsabilidad?) de la multinacional energética y petroquímica madrileña Repsol, que tuvo lugar a finales de enero y cuyos efectos se fueron recrudeciendo a principios de febrero de este mismo año.
Catalogado como el peor desastre ambiental de Perú en los últimos tiempos, debido al impacto ecológico y económico, se ha confirmado que más de 11 900 barriles fueron vertidos en aguas peruanas, casi duplicando los 6000 que fueron admitidos inicialmente por la empresa.
La ceremonia
A pesar de ser abofeteado por la novia durante su discurso, la boda no fue tan solo un acto de esparcimiento ni una excusa para hacer el ridículo, aunque la falta de carisma del ambientalista así lo haya sugerido. Emplear como modelo el matrimonio, haciendo hincapié en el sentido de la responsabilidad, es una figura retórica válida que busca llamar la atención sobre aspectos controversiales de nuestra relación con el mundo.
Medios de comunicación nacionales e internacionales, ambientalistas, organizaciones nacionales de surfistas, pescadores, artistas, músicos y chefs marinos del Perú fungieron como testigos. Richard Torres ofreció, en ceremonia, las sagradas hojas de coca como agradecimiento al mar y selló, con un beso “de cachetada”, su compromiso de proteger a la “Mama Concha”, mientras que los invitados también ofrecieron ofrendas y declamaron arengas en honor al mar.