Ser un activista no es cosa fácil: te lanzas contra “el hombre” para convencer a los poderes de cambiar su forma de hacer las cosas, como superhéroes sin superpoderes… y sin habilidades de planeación tampoco, según parece, pues un grupo de académicos que buscaba meterle presión a la industria automovilística terminó mal parado luego de pasar un mal rato que algunas precauciones básicas podrían haber prevenido.
Este 19 de octubre, un grupo de “genios” pertenecientes al movimiento Rebelión Científica (RC) se metieron al Autostadt, un museo y sala de exhibición de vehículos automotores que se encuentra ubicado por la fábrica principal de Volkswagen (VW) en Wolfsburgo, Alemania, para iniciar su protesta. Se pegaron al suelo y dijeron que permanecerían ahí hasta que la automotriz oyera sus protestas, pero su determinación duró hasta que les dolieron las manos y tuvieron ganas de ir al baño.
Los “genios científicos” y su plan maestro
RC se define a sí mismo como “una asociación de científicos con diferentes trasfondos que hacen un llamado a sus comunidades para que se enfrenten a las políticas genocidas que sus gobiernos han adoptado, porque si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará?”. Con esa humilde y brillante premisa, el grupo armó una excelente obra de comedia el 19 de octubre frente a la fábrica de VW.
De entre los 15 miembros de RC que se presentaron, nueve activistas de la organización de “científicos disidentes” se pegaron al piso del museo Autostadt, donde se les permitió realizar su demostración de protesta, pero luego de unas horas, se quejaron amargamente de que tenían hambre y de que el personal del sitio se negó a llevarles cantaritos para defecar dignamente. Gianluca Grimalda, que se había declarado en huelga de hambre, se empezó a quejar de que su mano, que él mismo cubrió de superpegamento, le dolía.
“Soy un nerd débil, no un nerd listo”
Cuando las cosas ya se veían bastante incómodas para los “científicos”, llegó el momento de cerrar las instalaciones y los “groseros” miembros del personal del Autostadt apagaron tanto las luces como la calefacción, que de haber permanecido encendidas, por supuesto hubieran provocado la generación de más gases de efecto invernadero, pero lejos de alegrarse por esa postura tan ecologista de VW, los miembros de RC se quejaron de tener frío y estar a oscuras.
Por supuesto, ellos podrían haber llegado preparados para esas eventualidades, pero aparentemente esperaban que la gente en el sitio donde iban a protestar fuera más hospitalaria y les ofreciera todo lo que necesitaran para protestar a gusto. Parece que se toparon de frente con la realidad de que no eran muy bienvenidos en el Autostadt.
Oigan, no creí que esto fuera a ser tan incómodo…
Obviamente, cuando se apuntaron para la protesta, nadie pensó que iba a ser tan difícil y los activistas pronto empezaron a quejarse en Twitter de lo mal que la estaban pasando por lo poco comprensivos que estaban siendo “sus anfitriones”. Entre las quejas estuvieron que no podían ordenar su comida (VW les llevó algo de comer, según admitieron luego), que les apagaron las luces y que los guardias de seguridad hacían rondines al azar con antorchas, molestándolos mientras trataban de conciliar el sueño.
Apenas un día después de empezar la protesta, Gianluca Grimalda, quien recibió una atención médica que dijo que le fue negada inicialmente, culpó a la inflamación de su mano por su urgencia de salir del lugar para ir a un hospital. Además, comentó que los doctores le habían dicho que había posibilidad de coágulos de sangre potencialmente mortales en su mano. Así, el activista fue arrestado y poco después, la policía se llevó bajo custodia al resto de ese “maravilloso grupo”.
Sus demandas, olvidadas
Olvidadas quedaron las exigencias del grupo de comediantes científicos, que después de su penosa demostración de falta de preparación y poca determinación terminaron ganándose más risas que coro del público en general, que vio la fallida protesta más con lástima que con respeto. Para ser justos, sus demandas no eran muy radicales y resultaban hasta razonables, pero luego de la pena pasada, a pocos les interesó tanto por qué protestaban como el ridículo que hicieron los activistas.
Para enfrentarse al cambio climático, se le pidió al director ejecutivo de VW, Oliver Bume, que cabildeara y ejerciera presión para que las autoridades acepten que se imponga un límite de velocidad de 100 kilómetros por hora en Alemania, lo que estaría encaminado a reducir las emisiones de gases de invernadero y podría ayudar a frenar el cambio climático.