Sabemos que existen muchas dificultades que se interponen a lo largo de la vida estudiantil, y que hay muchas personas que batallan para lograr obtener una carrera. Es por eso que escuchar historias de personas perseverantes que alcanzan sus metas sin importar lo que sea, siempre ha sido muy reconfortante.
Así pues, un estudiante de postgrado de la Universidad de Manchester se vio obligado a dormir en una tienda de campaña durante 10 meses, ya que los gastos de sus estudios eran bastantes, y por lo tanto no podía costear una renta de alquiler.
Evan Eames, es un estudiante astrofísico de 24 años, proveniente de Canadá, y como alumno de fuera se le adjudicaron gastos muy altos y cuotas escolares que apenas si pudo pagar, por lo tanto se encontró muy corto de dinero para pagar su alquiler.
No pasó mucho tiempo antes de recibir una oferta de Charley Mantack, de 34 años, quien vio una oportunidad conveniente para ambos: ella le daría alojamiento a cambio de clases de matemáticas y física que le ayudarían a elevar sus calificaciones. Por lo tanto le permitió acampar en su jardín durante 10 meses.
Mantack, quien posteriormente sería apodada por Eames como “La gnomo de la fisica”, dijo:
“Yo estaba buscando un compañero de piso. Vi que él quería quedarse en un jardín trasero y pensé, ¿por qué no? Me gusta lo extraño de las cosas ordinarias como esto”.
Allí estuvo todo el tiempo: viento, lluvia o nieve. Y vaya que es muy común tener mucho de eso en Manchester…
En una entrevista dijo:
“Aparentemente acampar en la nieve no era tan malo, pero la lluvia lo hizo difícil. Independientemente de eso, la experiencia en general fue agradable.
“Algunos días que me despertaba había pájaros alrededor, y cañas soplando en el viento. También se podía oír el golpeteo del agua en la parte superior de la tienda en días de lluvia. Fue realmente agradable”.
“Hubo dos días muy malos, uno fue en febrero: una ventisca muy mala y mucho viento. Cuando volví era bastante tarde y el viento había levantado la tienda y tuve que volver a reinstalarla”.
Y como si vivir en una carpa durante todo un año académico no fuera suficiente para cimentar el estatus legendario, Eames también conoció a su novia en el curso, quien a veces iba de visita a la humilde morada de tela (probablemente esas visitas hacían que ni el aire ni el frío entraran).