El aislamiento obligatorio alrededor del mundo ha llevado a cerrar lugares que no son de necesidad básica alrededor del mundo y donde pueda haber una gran concentración de personas, como restaurantes, parques de diversiones y escuelas.
El ámbito educativo ha tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías que permiten llevar las clases a las personas hasta su hogar. El problema es que no todos tienen acceso a estas herramientas, como Giulio, un niño italiano de 12 años que debe viajar varios kilómetros todos los días para tomar sus clases en línea, pues en su casa no llega la señal de internet.
Giulio Giovannino y su familia viven un una retirada zona rural en la Toscana, Italia donde, después de suspender las clases en la escuela local, se implementó la enseñanza remota por medio de internet y clases en línea.
Todos los días Giulio y su madre van en camioneta hasta una colina donde llega la señal. Ahí instalan una mesa improvisada donde el chico se sienta bajo la sombra de un árbol a tomar sus clases y ella lo ayuda con sus deberes.
Su orgullosa madre no pudo aguantar las ganas de documentar el momento y compartirlo en redes sociales para que todos nosotros evidenciemos que, a pesar de los duros momentos y las complicadas situaciones por las que pasan muchas personas, hay gente como Giulio que se interesa por seguir aprendiendo. Le esperan cosas grandes a este varoncito.
Por su parte, Giulio ha dicho a medios locales que él mismo es quien le pidió a su madre que lo llevara a este lugar para llevar sus clases, pues de esta manera no pierde la lección, y ve a sus maestros y compañeros aunque sea un rato.
A su mamá también le sirve un poco de distracción de la aburrida rutina del confinamiento, por lo que encantada lo acompaña, y también mencionó lo complicado que es que llegue señal a su retirado pueblo. “Incluso comunicarse con otra persona a través de teléfono celular es muy difícil”, lamentó la señora.
Sin duda, historias como la de Giulio nos enseñan a apreciar lo que tenemos en la comodidad de nuestro hogar. Dejemos de quejarnos de nuestro privilegio, varones, la mayoría la tenemos fácil.