Lo que el sentido común y nuestras costumbres nos indican es que la forma de mantenerse feliz y saludable es teniendo una dieta balanceada y manteniéndonos limpios, con un régimen de duchas que nos permita mantener alejados a los agentes patógenos, ¿cierto? Pues no todo el mundo está de acuerdo con esa visión. Un ejemplo de ello es Amou Haji, un detractor acérrimo del modo de vida “aseado” que es la regla en nuestra sociedad, quien, por desgracia, acaba de pasar a mejor vida.
Amou Haji era el nombre con que se conocía a un ermitaño iraní de 94 años, a quien la prensa local de su comunidad, Dejgah, le dio el epíteto del “hombre más sucio del mundo” por su renuencia a bañarse, que duró más de 50 años, durante los cuales no permitió que el agua tocara su piel (algunas fuentes le atribuían 67 años sin ducharse). El hombre soltero murió el 23 de octubre en la provincia Fars, al sur de Irán.
Temía por su salud
La razón por la que Amou Haji temía bañarse es por la misma por la que nosotros nos bañamos: temía enfermarse de algo al exponer su cuerpo al agua. Así, el hombre mantuvo una “sana distancia” que le permitió evitar los “efectos nocivos” de las duchas fuera de su vida por más de medio siglo. Estaba convencido de que “limpiarse” lo enfermaría irremediablemente.
Aunque su comunidad se preocupaba por el bienestar del hombre, Amou no tenía interés en “mejorar” sus hábitos de higiene, por lo que la gente alrededor suyo tuvo que tomar cartas en el asunto e intentar mejorar su situación de algún modo, aunque no fuera dándole un baño.
Su modo de vida
Amou estaba siempre cubierto en costras de mugre, viviendo últimamente en una vivienda de bloques de cemento que le acondicionaron sus vecinos. Luego de someterse a un examen médico a cargo del doctor Gholamreza Molavi, de la Escuela de Salud Pública de Teherán, el hombre de la calle dio negativo en todas las infecciones que buscaron, incluyendo hepatitis y parásitos. La explicación del médico fue que, irónicamente, su condición de indigencia lo llevó a desarrollar un sistema inmune superfuerte por su extrema vulnerabilidad y exposición a todos los patógenos imaginables.
En 2014 se reportó que comía animales atropellados y fumaba copiosamente de una pipa que rellenaba hasta el borde con excrementos animales, lo que creía que abonaba a mantener su buena salud. Otro mal hábito que tenía el hombre era el de fumar cigarrillos (tan o incluso más dañinos que la popó animal). De hecho, hay fotos en las que se le observa fumando varios cigarros al mismo tiempo, con tanta naturalidad como si respirara aire puro.
Solidaridad de su comunidad
Preocupados por el bienestar del hombre en situación de calle, que dormía en una zanja o tirado en el piso, los vecinos de la villa de Dejgah, por la que vivía el anciano, decidieron levantar para él una humilde choza en la que pudiera guarecerse de los elementos, de entre los cuales, el que más temía el anciano era la lluvia, sin duda.
La gente, que seguido se hacía cargo de suplir las necesidades del anciano, decía que el hombre había sufrido importantes “dificultades” durante su juventud, lo que durante décadas lo había imposibilitado para asearse. Hace algunos meses, los aldeanos llegaron a convencer al hombre de bañarse por primera vez en lo que parecía una eternidad… ojalá que no haya sido eso lo que afectó su estado de salud, que anteriormente se reportaba como “increíblemente bueno” para alguien con sus costumbres.
No solo él seguía ese camino: el bañista de llamas
Pero, por increíble que parezca, Amou Haji no es el único que sigue el camino de evitar el agua y el jabón. Kailash “Kalau” Singh, oriundo de un pueblo vecino a Benarés, en la India, sigue un régimen muy parecido al de Amou y no se ha bañado en más de 30 años. El hombre dice que su régimen tiene como objetivo “ayudar a acabar con todos los problemas que enfrenta su nación”.
Kailash se rehúsa a bañarse con agua, empleando fuego para “acicalarse”: prende una hoguera, fuma mariguana y se para en una pierna mientras le reza a su señor Shiva. Según el hombre, es exactamente lo mismo que bañarse con agua pero mejor, ya que “el fuego ayuda a matar a todos los gérmenes y las infecciones en el cuerpo”. Además, probablemente, su fumadita lo deja bien “feliz”.