No lo conocíamos, pero gracias a Stanislav Petrov el mundo no se acabó por una guerra nuclear hace 34 años.
Así como hay honores a los soldados desconocidos que murieron en cumplimiento de su deber, también hoy hacemos homenaje a un héroe que permaneció oculto en los archivos ‘perdidos’ de las guerras frías entre EE.UU. y la Unión Soviética.
En 1983, Stanislav Petrov tenía 44 años y el rango de teniente coronel en el búnker soviético Serpukhov-15. El 26 de septiembre de aquel año, un poco después de media noche, las alarmas de ataque comenzaron a sonar.
El sistema de radares había detectado un misil atómico estadounidense que volaba a 42 mil km/h para impactar en territorio soviético. Pero no era el único, el sistema logró detectar cuatro misiles más dirigiéndose a la Unión Soviética.
Stanislav Petrov era el encargado de verificar la amenaza y dar aviso a sus superiores. El rango de Stanislav era tal que con su confirmación se dispararían cientos de misiles contra EE.UU.
Aunque el sistema seguía mostrando los cinco misiles en los radares, desde ningún terreno se había confirmado el avistamiento de los proyectiles. Además, Stanislav consideró muy extraño que solamente fueran cinco misiles y, gracias a su caracter tranquilo, dejó pasar el tiempo.
El teniente coronel tuvo una corazonada que hoy nos parecería muy lógica: los sistemas tecnológicos pueden fallar; así que decidió esperar y al hacerlo evitó la tercera guerra mundial, y por consecuente, un caos nuclear
Después de media hora de tensión, se confirmó que era una falsa alarma causada por un reflejo solar en las nubes.
Como los altos mandos soviéticos no podían permitir que se supiera que su sistema había sigo ‘engañado’, decidieron no hacer ningún comentario y dar carpetazo a la falsa alarma. Así el nombre de Stanislav Petrov permaneció oculto.
Fue hasta el 2003 que se hizo un documental acerca de la vida y obra de Stanislav; él se había retirado a una pequeña casa cerca de Moscú donde pasó el resto de sus años.
Finalmente el 19 de mayo de este año Stanislav Petrov murió en el absoluto anonimato. El mundo quedó a salvo, no por las políticas de los gobiernos, sino por la obra de este valiente varón.