Su nombre es David Glasheen, tiene 73 años y desde 1997 vive solo en esta isla desierta con su perro Polly; y asegura que nunca ha sido más feliz.
En su vida mundana, David era un hombre de negocios y tenía una fortuna nada despreciable de 28.4 millones de dólares, pero lo perdió todo en la crisis del mercado financiero de 1987, mejor conocido como el Lunes negro.
En los siguientes años, su vida se había vuelto un caos completo, su matrimonio fracasó y entró a un espiral de destrucción dominado por el dinero:
Cuando vine aquí estaba enfermo de avaricia. El dinero hace que las personas pierdan la cabeza y mi matrimonio se había destrozado.
Fue en ese momento cuando tomó la decisión de irse a vivir a una isla remota al noreste de Australia, y nunca imaginó que al dejar atrás los lujos, el dinero y la convivencia física diaria con otras personas para vivir rodeado de la naturaleza.
Pero en la naturaleza hay muchos peligros, y más al vivir en Australia, el lugar más letal del mundo para vivir. David, además de su perro, convive diariamente con cocodrilos, arañas y serpientes:
Los elementos de la vida salvaje son peligrosos, si te metes en problemas aquí, seguro estás muerto. Los cocodrilos de agua salada son hermosos animales y muy peligrosos, pero los amo.
David nació en Sidney y es de padres irlandeses, y antes del Lunes Negro era el dueño de una mina de oro en Papúa, Nueva Guinea. Después de su fracaso matrimonial e inspirado en una novia que le habló de lo hermoso que sería vivir en una isla desierta, David empezó a considerarlo seriamente.
En esta isla hay lo esencial, un refugio, comida, electricidad e internet. Así es, ¡INTERNET!
Instaló paneles solares que le permiten conectarse a internet y tener electricidad, así que, puede pasar tiempo en soledad, pero sin olvidarse de cosas de primera necesidad, como videos de youtube, en especial los de Britain’s got talent, que son sus favoritos.
Una vez al año va a Cairns, en Queensland, para recoger lo esencial: arroz, aceite para cocinar y dulces. También hay mochileros que constantemente visitan la isla y le proveen de otro básico: alcohol.
Ahora, tras cumplir 20 años viviendo aquí rodeado de la naturaleza, David dice que no cambiaría nada de su vida. Sin embargo, de vez en cuando extraña la compañía, en especial, la femenina. ¿Quién no lo haría?
Bueno, de momento tiene este asunto resuelto, pues ahora está acompañado de este maniquí femenino.
No será una mujer de carne y hueso, pero mínimo no es un balón con una cara pintada, llamado Wilson.
A pesar de desear una conversación o una compañera que decida vivir con él, David asegura que tiene todo lo que necesita para ser feliz: comida, un lugar donde dormir y su mejor amigo, su perro Polly.
Quisiera morir aquí, si no, ¿en dónde más? Es mi paraíso terrenal