Todos conocemos al hombre más interesante del mundo, aquel que con una cerveza podía hacer que las mujeres lo desearan, el alma de las fiestas a las que nunca ha asistido, aquel cuya sangre huele a colonia. ¡Vaya! ¿Quién no quisiera ser ese tipo?
Definitivamente sabes que hablamos de Jonathan Goldsmith, el portavoz oficial de la cerveza Dos Equis desde hace más de una década y que ahora se le conoce también como el hombre más interesante del mundo. Pero antes de que llegara su papel más famoso, vivió una vida bastante peculiar, llena de altos vertiginosos, bajos trituradores y, como era de esperarse, un montón de mujeres hermosas.
En su nuevo libro de memorias: Mantente interesante: No siempre cuento historias sobre mi vida, pero cuando lo hago son verdaderamente increíbles, habla sobre su vida amorosa. Aceptémoslo, hasta el título es genial.
En él, el interesante autor dice estar orgulloso de su historial, aunque ahora se da cuenta que en aquellos tiempos de juventud no era el hombre sabio que es ahora. Además, reconoce que la búsqueda de mujeres viene desde su lazo materno:
La atención, la aprobación y la calidez que siempre deseaba de mi madre y nunca recibí, me obligó a buscar la aprobación en otros lugares – dígase, de las mujeres. Mi carrera no era la mejor y eso influyó. Si no podía conquistar mi vida profesional, tenía que conquistar algo.
Así es, y si por un momento pensaron que sus conquistan pueden ser contadas con los dedos de las manos, señores, están muy equivocados, ya que él mismo afirma que éstas incluyeron, según lo escrito en sus memorias:
La novia de Jack Warner, a una de las esposas de Groucho Marx. Dos esposas de congresistas (ambos republicanos), seis vegetarianas, nueve budistas, dieciocho enfermeras, dieciséis maestras, muchísimas recepcionistas (incluso una que trabajaba en una clínica de aborto, donde llegué con una aspirante a artista), una concursante de Miss Florida y una ganadora del Oscar. Rompí la cama de la amante de Henry Fonda. Algunas de las mujeres que perseguía estaban casadas. A veces tenía suerte y una mujer me refería a otra. Muchos siguen siendo amigas, incluso después de tantos años.
En el libro no solo menciona estos encuentros a grandes rasgos, sino que describe algunos de ellos, los más memorables. De ellos sacamos las siguientes historias que el hombre más interesante del mundo describe. Sus encuentros con actrices famosas y chicas hermosas son dignos de admirar, no estaría de más tomar algunas notas de ellos…
1. Susan
Ese era el nombre clave que usé para ella. El verdadero nombre de Susan era Tina Louise. Nos conocimos en el Actors Studio, un famoso taller de actuación. Mientras ensayábamos una escena, una cosa llevó a otra. Era la mujer más hermosa con la que había estado.
Vivía en el Cañón de Coldwater. Siempre nos vimos en su casa. Recuerdo caminar en silencio por su jardín, de puntillas, algunos jardineros me sonreían pues sabían de lo nuestro. Me metía en su habitación a través de la puerta lateral. Ella siempre me esperó desnuda en la cama. Era hermosa para contemplar. Simplemente hermosa.
Realmente me sentí muy orgulloso de mí mismo. Ella era tan deseada después de haber interpretado a Ginger en La Isla de Gilligan. Hubiese sido la envidia de todos, si tan solo lo hubieran sabido. Pero era nuestro maravilloso secreto y, definitivamente, una buena medicina para un actor fuera del trabajo.
Ella tenía tal resistencia que a mi me daba miedo de tener un ataque al corazón por la tercera o cuarta ronda. Incluso pensé en mi obituario: Actor desconocido es encontrado muerto a una edad temprana. Yo le decía ‘Tina, me va a dar un paro cardíaco’. Ella nunca paró. Era una verdadera belleza: alta, elegante, con una distancia fría y una entrega completa y sin restricciones.
2. Elaine Stritch
Ella era la señorita Broadway; una gran estrella internacional y muy extravagante. Era más grande que la vida, su voz rasposa es inolvidable. La recuerdo paseando a su perro, tambaleándose por los numerosos amaneceres de Hollywood, antes de calentar las sobras para el desayuno acompañado de champán en mi humilde departamento. Llevaba unos tacones altos, un abrigo de visón y nada debajo.
La conocí en una fiesta con Gerry O’Loughlin, mi querida amiga, que me presentó a Leo Penn, prolífico director de televisión y padre de Sean, lo que llevó a una amistad de por vida. Él me auspició para hacer una audición en el Actors Studio.
Yo era sólo un niño, y llevé a Elaine de vuelta a mi apartamento. Una vez, a las cuatro de la mañana, me hizo unas chuletas de cordero con salsa Roquefort. Era muy encantadora, nos reímos a menudo y nos queríamos mucho. Todo era muy bueno, la segunda vez que me sucedía. La primera vez fue con Jacqueline.
3. Jacqueline
Ella se quedaba con un famoso periodista en un bonito apartamento, a la vuelta de la esquina de Hickory Pit, en la ciudad de Nueva York, a una cuadra de las Naciones Unidas, donde yo vivía con John Phillip Law, mi compañero estudiante en la Neighborhood Play House. Ella era pequeña, como sólo un parisiense podría serlo, una cosa preciosa con un hermoso acento francés. Yo tenía diecinueve años.
Un día me dijo: ‘¿podrías llevarme a mi apartamento?’ Yo no fui a la escuela o al trabajo durante dos días. Ella me hizo chuletas de cordero con salsa Roquefort que, debo admitir, siempre serán mejor que las de Elaine Stritch. Se quejaba de las mujeres americanas y tenía un nombre encantador para su vagina: su zizi.
4. La psicóloga
Nos topamos muchas veces en el gimnasio, casi todos los días. Ella era psicóloga y comenzamos este juego de dos. Por la noche yo iba a su casa y cambiábamos de papeles, Jane se sentaba en la silla donde solían estar todos sus pacientes, y sostenía una pequeña campana. Yo, sentado frente a ella, en su silla, la silla del doctor. Jane mostraba sus síntomas y yo hacía un análisis clínico sobre ella. Cada vez que cometía un error, sonaba la campana.
Bien o mal, siempre terminamos de la misma manera: en la alfombra, haciendo el amor apasionadamente.
5. Detrás de una camioneta
No tengo ni idea de cuál era su nombre, nunca se lo pregunté. A ella la conocí en un atasco de tráfico y en diez minutos nos encontramos en la parte de atrás de mi camioneta. Nunca la volví a ver, pero me di cuenta que tenía que parar de hacer esas cosas.
6. Rosie
Pero entonces apareció Rosie, a quien conocí en la playa. Fue después de que me di cuenta de que mis búsquedas eran superficiales, improductivas, no duraderas, y me impidió tener la relación íntima y comprometida que realmente anhelaba pero probablemente tenía miedo. Me había hecho una promesa a mí mismo de que iba a detener mis persecuciones fatuas y abrir un capítulo nuevo.
Rosie tenía problemas con su esposo y me contó todo. Según ella era bueno para el sexo, pero no lo hacían con regularidad. Le propuse tener un amorío, pero Rosie, al principio, no estuvo muy convencida, aunque terminamos haciéndolo en el mar.
No fue nada sencillo, perdía tracción y las olas eran muy grandes, pero di lo mejor. Cada bocanada de aire era un empujón, hasta que terminamos. La miré y le pregunté ‘¿estás llorando?’, ella contestó que no, y comenzó a reír mientras señalaba a la orilla, donde cientos de mirones se aglomeraron para vernos salir del mar. Dos salvavidas se aproximaron para ayudarnos.
‘Está bien chicos, la tengo’, y salimos del agua. Al día siguiente la historia salió en el periódico: ‘actor no identificado salva a una mujer de ahogarse’. Incluso ahí no mencionaron mi nombre.
El actor continua estas y más historias en sus memorias, donde podemos ver que ser el hombre más interesante del mundo es su alegría y condena, pues al final se encontró solo, y se dio cuenta de que esos encuentros físicos no lograban llenarlo. Aún así, ¿quién no quisiera esa vida?