La década de los 90 fue particularmente larga porque muchos sentimos que se extendió hasta bien entrado el siglo XXI, con una cultura uniforme que no cambió mucho a lo largo de esa época. Un protagonista de este fenómeno fue el actor Brendan Fraser, carismático joven que fue en parte el rostro de esos largos años, protagonizando algunos de los filmes más representativos de finales de los 90 y principios de los 2000.
Ya bien entrado el siglo XXI, mucho de lo que habían sido los 90 empezó a desaparecer, casi de la noche a la mañana, y esto incluyó a Fraser, hoy de 53 años, quien poco antes protagonizaba un éxito taquillero al año, hasta que ya no fue así. ¿Qué fue de él? Pues sigue presente, aunque no del mismo modo y ha habido razones para ello: tanto sus hijos como abusos por parte de miembros de la industria, así como el deterioro de su salud, son asuntos que no eran de dominio público sino hasta hace poco.
Orígenes
La carrera profesional de Fraser dio inicio prácticamente al mismo tiempo que la década de los 90 y puede tener mucho que ver con que se convirtiera en un ícono de su época. De nacionalidad canadiense y estadounidense e hijo de dos canadienses, Carol y Peter Fraser, fue el menor de cuatro hermanos. Estudió artes y luego, en 1990, buscó fortuna en la tierra más fértil para el entretenimiento: Hollywood.
Fraser empezó desde abajo en la industria, con un diminuto papel anónimo (era el “Marinero No.1” en Dogfight, 1991), pero pronto se encontró en una situación más halagüeña al protagonizar El hombre de California, donde encarnó a Link, un hombre de las cavernas que vuelve a la vida en la moderna ciudad de Encino, California. A pesar de las críticas bastante duras a la comedia, el encanto del actor ya se había expuesto al público y pronto llamó la atención. A partir de ahí, empezó a recibir ofertas e incluso reconocimiento como un artista prometedor por parte de la Asociación de Críticos de Chicago.
Versatilidad y encajonamiento
Luego de su primera aparición, que lo ligó fuertemente a la comedia, Fraser participó en un drama bastante serio, Código de honor (1992), que fue también plataforma para otros actores que luego triunfarían, como Matt Damon, Ben Affleck y Chris O’Donnell. Su actuación en el drama estudiantil le valió no pocas ovaciones, pero incluso al demostrar tener aptitudes dramáticas, sus trabajos siguientes fueron comedias, incluida aquella que lo catapultó directo a la fama y notoriedad: George de la selva (1997).
Posteriormente, y con las puertas que la fama había abierto ante él, Fraser intentó incursionar en papeles más controvertidos y arriesgados, como el de Clayton Boone en Dioses y monstruos (1998), pero, al parecer, el público anhelaba el lado más inocente y cándido del actor, pues sus siguientes éxitos los encontró en roles más alegres, como el encantador Adam en Mi novio atómico (1999), el “indianajonesco” Rick O’Connell en La momia (1999) o el ingenuo pero noble Elliot Richards en Al diablo con el diablo (2000).
Los 2000: Cúspide de su carrera
La primera década de los 2000 fue una época prolífica para el actor, pues participó en no menos de 17 producciones fílmicas, siendo el punto más alto en el éxito comercial de su trabajo La momia regresa (2001), producción que lo tuvo de vuelta como el aventurero académico Rick O’Connell, recaudando 433 millones de dólares. Sin embargo, a partir de ese punto, su carrera fue en desaceleración, ya que parece que fue difícil superar la marca tan elevada que marcó esta cinta.
Otras de sus cintas en esa década son El ex actor (2003), Alto impacto (2004), Viaje al centro de la Tierra (2008) y al menos otra media docena de producciones, incluyendo su incursión en el universo de los Looney Tunes (Looney Tunes: de vuelta en acción, 2003). Sus participaciones tuvieron distintos grados de éxito, nunca fracasando rotundamente, pero tampoco poseyendo algo que lo hiciera destacar.
Declive y “anonimato”
Su carrera empezó a declinar debido a que simplemente no podía llegar más arriba aunque lo intentara y vaya que se esforzó, pues realizó sus propias escenas de acción y acrobacias, se lastimó durante las filmaciones y realizó jornadas extenuantes de trabajo sin descanso, siguiendo un patrón de conducta que él mismo calificó hace poco de “autodestructiva”. Su participación en la tercera entrega de La momia, La momia: La tumba del emperador dragón (2008), tenía como propósito revitalizar su carrera.
Aunque contaba con una buena producción y un elenco estelar, pues al equipo se unieron Jet Li , Michelle Yeoh e Isabella Leong, la ausencia de los clásicos intérpretes Rachel Weisz como Evie y Arnold Vosloo como Imhotep, la momia de las dos primeras entregas, fue un golpe duro para la franquicia. El público no recibió la experiencia a la que estaba acostumbrado a pesar de no pecar (en esencia) de mala producción. Además, su participación en Viaje al centro de la Tierra (2008) y Corazón de Tinta (2009) no lo despegaron del suelo y desde entonces ha permanecido casi anónimo.
Problemas graves
En una entrevista con GQ, Fraser reveló el modo en que su actividad frenética en la industria empezó a cobrarle factura, en la forma de deterioro físico y en agotamiento creciente: magulladuras y otras lesiones físicas se iban acumulando y lo iban haciendo sentirse como un “viejo acabado”. Junto con esos factores, la disminución gradual de sus ofertas y de la remuneración de su trabajo empezó a hacer merma en su autoestima.
Según el actor, la “caída de su carrera” inició tan temprano como en 2003 y lo atribuye en gran parte a un abuso al que fue sujeto por parte de Philip Berk, de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood, en el marco de la entrega de los Globos de Oro en el Hotel Beverly Hills en 2003. La experiencia traumatizó al actor, quien dice haberse sentido humillado, enfermo y asustado. El incidente desembocó en una tremenda depresión y también cree que provocó que boicotearan su carrera, pues sus ofertas de trabajo empezaron a escasear.
Fraser en los 2010
Llegué a sentirme como el caballo de ‘Rebelión en la granja’, de Orwell: un tipo bien intencionado que trabajaba por el bien común, sin quejarse, hasta la muerte… no sé si a mí ya me enviaron a la fábrica de pegamento (…) pero he tenido que seguir por el bien de todos, duela o no. Me ha pasado mucho, he cambiado de casa, me divorcié. Mis niños nacieron y me refiero a que nacieron y ya están crecidos. Pasé por experiencias de esas que te cambian permanentemente y no estaba preparado para lidiar con ellas.
La segunda década de los 2000 pasó sin pena ni gloria para el actor canadiense, con actuaciones de voz, participaciones como productor ejecutivo y papeles en películas independientes o pequeñas como Gimme Shelter (2013) y Poison Rose (2019). Además, su actividad física fue reducida al mínimo, pues se encontraba cansado y debilitado físicamente. Debido a una entrevista de 2018, que tenía como objetivo discutir su participación en la serie de TV The Affair (2014) en su tercera temporada, la gente empezó a especular sobre el futuro del actor, que algunos opinaron había “pasado de estrella a meme” por su voz casi susurrante y su actitud distraída, casi despistada.
Fraser hoy: “Brenaissance“
Existe una red de seguidores del actor que consideran que la vuelta al ojo público de Fraser marca una nueva era para él, la así llamada “Brenaissance” (que podría entenderse algo así como “El Renacimiento de Brendan”). Actualmente, el actor de George de la selva y La momia tiene cita con el universo de los cómics, pues interpretará al villano Garfield Lynns, Luciérnaga, en la cinta de Batgirl, pendiente de ser estrenada en 2022.
Además, se proyecta que en noviembre de este mismo año se estrenará Los asesinos de la luna floreada (Killers of the Flower Moon), cinta de Martin Scorsese en la que el actor se codea con figuras de la talla de Leonardo DiCaprio y Robert De Niro. Así, el futuro no pinta nada mal para el hasta ahora mayormente ausente Brendan Fraser.