Siempre se habla de “los estadounidenses contra los talibanes”, pero también hay personas nacidas en los Estados Unidos que están de acuerdo con la lucha del grupo islámico, catalogado como terrorista y que ahora gobierna Afganistán, país en el que la presencia militar estadounidense se mantuvo por más de una década y que ahora tuvo que retirarse.
John Walker Lindh es uno de esos casos de quienes no están de acuerdo con la política de su país y se unieron al bando talibán, pero él incluso se unió a un escuadrón armado de extranjeros que combatían en zonas como Paquistán, algo que sorprendió a todo el mundo. De California terminó peleando en Medio Oriente e incluso conoció a Osama Bin Laden.
John creció en Mill Valley, al norte de San Francisco, y a pesar de que fue educado en la tradición católica, durante su adolescencia se sintió fuertemente atraído por el islam, sobre todo después de ver la película de Malcolm X cuando tenía 12 años. Según su padre, Frank Lindh, la escena en que los peregrinos van a La Meca impresionó demasiado a su hijo.
Durante años estuvo en una búsqueda interna, adentrándose más y más en la religión islámica, hasta que se acercó al Centro Islámico de Mill Valley y después de tiempo se convirtió en musulmán. Comenzó a memorizar el Corán y a aprender árabe. Era tanto su interés que a los 17 años sus padres le permitieron viajar a Yemen para que estudiara a fondo el idioma árabe.
Después de una temporada en Yemen regresó a California, pero solo por unos meses, porque decidió regresar al país del Medio Oriente para continuar con sus estudios. Un tiempo después le escribió a su padre para pedirle permiso de ir a estudiar a Paquistán, a lo que este accedió, deseándole que viviera una “maravillosa aventura”.
Se inscribió en una escuela religiosa en el pueblo de Bannu, donde al parecer su pensamiento e ideología se volvió más radical y entonces decidió irse hacia Afganistán, pero en esta ocasión ya ni siquiera le avisó a sus padres hacia dónde iba y mucho menos de lo que planeaba hacer en ese país, donde en ese momento se vivían fuertes combates.
De acuerdo a información que proporcionó su padre, John recibió entrenamiento militar en el campamento al-Farouq, financiado por Osama Bin Laden, con quien se reunió en dos ocasiones. Además, aclaró que nunca se involucró en actividades terroristas, solamente “ofreció sus servicios en Afganistán contra los señores de la guerra respaldados por Rusia”.
En septiembre de 2011, John era parte de una unidad militar en la región de Tahar, al noreste de Afganistán. Después de los ataques del 11-S, el ejército estadounidense comenzó los bombardeos y ataques, lo que llevó a la unidad de John a retirarse hacia Kunduz, donde tuvieron que rendirse ante las fuerzas de la Alianza del Norte, para ser trasladados a la fortaleza de Qala-i-Jangi, en las afueras de Mazar-e Sharif.
En este lugar se desató una de las batallas más cruentas del conflicto, en la que John recibió un disparo en una pierna, por lo que se tuvo que refugiar con otros sobrevivientes en un sótano y para exterminarlos, les lanzaban granadas por los ductos de aire e intentaron llenar el lugar con agua helada para intentar ahogarlos.
Varios de quienes estaban refugiados murieron y el llamado talibán americano pudo salir a la superficie el 1 de diciembre de 2011, todavía herido en la pierna y con hipotermia. Al salir, fue puesto bajo la custodia del ejército estadounidense y trasladado a Camp Rhino, a 190 kilómetros de Kandahar. De inmediato su historia le dio la vuelta al mundo y sus padres lo reconocieron en un noticiero, después de siete meses de no tener noticias de él.
En Estados Unidos, John Ashcroft, fiscal general, dijo que John había recibido entrenamiento en campos terroristas para atacar a sus conciudadanos, lo que enardeció a millones de estadounidenses, sobre todo porque habían pasado apenas unos meses de los ataques a las Torres Gemelas. El asistente del fiscal, Michael Chertoff, dijo durante el juicio:
Él fue a luchar por un régimen que era hostil a Estados Unidos y que apoyó los ataques del 11-S. No es exactamente traición, pero diría que es un primo cercano de la traición.
La defensa de John logró probar que había sido sometido a torturas después de su captura y que en muchos interrogatorios fue presionado para declarar. A través de una negociación en la que se declaró culpable de dos cargos y prometió no demandar por la tortura recibida, su sentencia se redujo de cadena perpetua a 20 años de prisión.
Después de 17 años en la cárcel, en el 2019 recibió el beneficio de salir bajo libertad condicional, con las restricciones de no usar internet ni salir del país. Actualmente se desconoce dónde vive y si cambió su identidad, lo que es seguro, para evitar represalias en su contra. Sin duda, una historia extraña e increíble.