Una casa es un sueño, tenerla es un gran logro, pero nadie nos dice que siempre hay que estar reparándola. Los costos son altos, por eso aprendemos o intentamos aprender a repararla para ahorrarnos algunos billetes y evitarnos a plomeros, carpinteros, albañiles y todo tipo de contratistas fraudulentos. Lo malo es que, a veces, lo barato sale caro.
Estas 28 personas hicieron reparaciones en sus hogares sin imaginar que todo sería un desastre. Quisieron hacer una enmienda y terminaron necesitando otras tres o cuatro. En estos casos solo se puede decir que la solución fue peor que el mal o que salió más caro el caldo que las albóndigas.