Si en los libros y las películas resulta aterrador, pensar en que realmente existió alguien como Hannibal Lecter es para atemorizar a cualquiera. Una persona capaz de llevar al límite de la locura a sus víctimas, torturarlas, cortarlas en pedazos y comérselas resulta espeluznante.
Los libros de Red Dragon y The Silence of the Lambs fueron escritos por Thomas Harris en los años 80 y de ahí dieron el salto al cine, con una magistral actuación de Anthony Hopkins como el asesino de la saga. De acuerdo al autor, sí existió alguien así.
El escritor Thomas Harris trabajó para algunas revistas desde la década de los 60 y en uno de los reportajes que estaba elaborando viajó al penal de Topo Chico, en Nuevo León, México, para entrevistar a Dykes Askew Simmons, un prisionero que había intentado escapar y fue herido de bala en el intento.
Simmons le narró a Harris que otro prisionero, llamado Alfredo Ballí Treviño, de 28 años, le salvó la vida, ya que era médico y fue el encargado de realizar la cirugía, lo que le llamó la atención al escritor y empezó a indagar sobre este hombre.
Harris tenía 23 años cuando conoció la historia de este médico, condenado por el asesinato de un joven de 20 años, a quien descuartizó en su consultorio en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, el 8 de octubre de 1959.
La verdad sobre el motivo del asesinato no es muy clara porque hay dos versiones, pero lo que sí es un hecho es que Jesús Castillo Rangel, estudiante de Medicina, ingresó al consultorio del doctor Ballí y este lo sometió, le aplicó pentotal sódico, lo desmembró y guardó los pedazos en una caja de cartón.
Una versión dice que ambos eran amantes y cuando Castillo Rangel fue a su consultorio de la calle Artículo 123, en la colonia Talleres, para decirle que su relación llegó a su fin, el llamado “médico asesino” no pudo soportarlo y lo asesinó.
Otros dicen que Castillo Rangel le debía dinero al médico y que además de negarse a pagarle, lo atacó con un desarmador, por lo que Ballí trató de defenderse y terminó por quitarle la vida al joven estudiante. Ante la desesperación, decidió cortarlo en pedazos y meterlo en la caja para luego deshacerse de las evidencias.
El joven doctor Alfredo Ballí Treviño tomó la caja con los restos de su víctima, la metió en la cajuela de su automóvil y condujo hasta un paraje solitario en el municipio de Guadalupe, Nuevo León, donde su familia tenía propiedades. Un campesino del lugar que seguía a una de sus vacas, por casualidad, descubrió los restos de Jesús Castillo Rangel.
Luego de la investigación, la policía ubicó como principal sospechoso al doctor Ballí, quien al final aceptó su crimen, no sin antes tratar de sobornar a los dos policías que lo detuvieron. Los peritos revelaron que los cortes realizados en el cuerpo de la víctima “eran perfectos” y que el médico no había tocado ni siquiera un hueso, lo que habla de la “limpieza” de su “trabajo”.
Este hombre fue el último sentenciado a muerte en México, ya que luego se prohibió. Sin embargo, sus abogados lograron apelar la sentencia y solo permaneció 20 años en prisión, siendo liberado en 1981, a los 49 años. Al salir, abrió de nuevo su consultorio, pero ahora solo para atender a personas de bajos recursos económicos.
En su entrevista con él, Thomas Harris destacó que se trataba de una persona culta y de familia adinerada, pero lo que más le llamó la atención fue que había hecho un detallado perfil psicológico de Dykes Askew Simmons, el prisionero al que le había salvado la vida. Años después, usaría esto para crear el diálogo entre Hannibal Lecter y la agente Clarice Starling.
En 2008, el periodista Juan Carlos Rodríguez lo entrevistó, pero se negó a hablar sobre su pasado, diciendo que había pagado lo que tenía que pagar y que ahora solo esperaba el castigo divino. El doctor Ballí murió en 2009, a los 81 años de edad, sin saber que su historia había inspirado al que para muchos es considerado como el villano número uno de las películas de Hollywood.
Durante la celebración de los 25 años del lanzamiento del libro The Silence of the Lambs, en 2013, cuatro años después de que el doctor Ballí había muerto, Thomas Harris reveló que este caso fue su inspiración. Una historia increíble.