Todo en este mundo debe tener un equilibrio, y lo mismo sucede entre el vino y la comida. No se trata de una elección al azar, sino de que seas un verdadero conocedor de cómo pedir el vino adecuado, acorde al tipo de alimentos que vayas a consumir.
Esto no solo te hará disfrutar al máximo tus comidas, sino que te hará lucir como todo un hombre de mundo… y te vamos a revelar un secreto: ¡eso le encanta a las mujeres! Toma nota y aprende:
Primero lo primero: al arte de combinar un platillo con algún alimento, con el objetivo de potenciar los sabores, se le llama maridaje. Una mala elección del vino te podría llevar a opacar el sabor de la comida, o incluso, puede generar un sabor desagradable al momento de combinarlos.
Anteriormente se elegía un vino y en base a esa elección se desarrollaba el menú, pero hoy en día es al revés: se presenta un menú, se eligen los platillos, y en base a eso se decide qué vino servirá para acompañar los alimentos.
1. Carnes rojas
De entrada, podemos decir que las carnes rojas van mejor acompañadas con un vino tinto de buen carácter, que con vinos blancos de sabor delicado. El Malbec o el Cabernet Sauvignon se combinan muy bien con carnes rojas o blancas especiadas, que han sido cocinadas a las brasas o son muy sazonadas. El Bonarda también funciona para este tipo de alimentos.
Vinos como Garnacha, Cariñena, Juan Ibáñez o Monastell, también se adaptan bien, debido a su poder. Otras variedades, como Syrah o Zinfandel, pueden funcionar, por su sabor festivo. Los vinos curtidos y maduros como los riojas y riberas de crianza a gran reserva son también una buena opción.
Cuanto más complejo sea el tipo de carne y la forma de preparación, mayor cuerpo debe tener el vino que elijas. Por ejemplo, si se trata de un buen filete a la parrilla, deberás elegir un Cabernet Sauvignon; pero si se trata de un corte más magro, como el filete mignon, le irá bien el Merlot o el Pinot Noir.
Si tienes un filete a la plancha, poco sazonado, incluso puedes usar un vino blanco, como un Chardonnay o un Riesling.
2. Pescados y mariscos
Se pueden acompañar con algunos tintos de sabor picante. Por ejemplo, el Pinot Noir es ideal para acompañar pescados muy condimentados, ya sea asados o cocidos. Pero lo ideal, dada la textura y delicadeza de los pescados, es que se acompañe de un vino blanco.
La regla es: mientras más delicado sea el pescado, más delicado debe ser el vino. En este caso, si vas a servir un atún, que tiene un sabor más fuerte, puedes realzarlo con un vino tinto. El salmón y la trucha admiten un maridaje tanto con tintos medios, como el Rioja joven o un Ribera, como blancos.
Para un pescado blanco a la plancha puedes usar los blancos secos ácidos como el Ribeiro, Verdejo o el Txakolí, pero también los de tonos más dulces como el Albariño. Si el pescado se cocinó al horno y lleva condimentos y guarnición, el sabor será más concentrado y es mejor usar vinos blancos mediterráneos secos y con cuerpo, incluso pasados por barrica.
En el caso de los mariscos, debido a su textura cremosa, así como el común de las salsas con las que se les acompaña, la opción es el Chardonnay, aunque les van bien los blancos en general. Para el sushi o el ceviche, que tienen un gusto intenso, lo recomendable es usar un Sauvignon Blanc o el Chardonnay. Si vas a comer ostras, debes acompañarlas con un champán seco.
3. Aves
Por lo regular se sigue una regla: vino tinto para carnes rojas; vino blanco para carne blanca, como las aves. Pero no es tan sencillo, porque como en el caso de los pescados, hay que definir el tipo de carne del ave y los ingredientes con los que fue elaborado; no es lo mismo un pollo asado que un pollo cocinado con alguna salsa. Para el primero, se usan los vinos blancos secos, pero no ácidos, y esto a plica también para el pavo. Para un pollo con salsa, la elección debe ser de un blanco ligero o medio, pero de una variedad potente.
Una opción ideal, sobre todo para el pollo, es el Sauvignon Blanc o el Pinot Grigio. También puedes usar vino tinto, pero de los más ligeros, como el Merlot, Pinot Noir o Barbera. En el caso de que la carne sea ahumada, como puede ser el pavo, o que se haya cocinado con una salsa agridulce o especias fuertes, lo recomendable es un vino que resalte la acidez, como el Riesling.
Si la salsa con que se preparó la carne tiene comino y pimentón, lo ideal es un Zinfandel o algunos Sauvignon Blancs. Si se trata de un pollo relleno, sobre todo si el relleno es picante, debes elegir un Viognier. Para un pollo asado con patatas, limón y espárragos, lo ideal es un vino de Sancerre o de Burdeos.
Para estos casos, tu opción es un vino refrescante con un toque de frutas y cítricos, como la Gewurztraminer Riesling. Para el pollo Tetrazinni, busca un Pinot Grigio o Chianti. Si se trata de sopa asiática de pollo, debe ser un vino de Riesling.
4. Otras carnes blancas
Además del pescado y las aves, carne como la de conejo, cordero (cuando es joven) y algunas partes del cerdo (como el lomo), también son consideradas carnes blancas. La cualidad de estas es que son bajas en grasa y de alto contenido proteico, aunque en cuestión de sabor, tienen más la carne roja.
Si la carne utilizada en el platillo es de conejo, cordero o cerdo, lo ideal es un Pinot Grigio. Para los sabores más fuertes, dependiendo de la salsa que hayas usado, o en el caso del lomo ahumado de cerdo, la opción es el Riesling.
Puedes usar las variedades que ya se explicaron para pescados y aves, recordando siempre que mientras más suave en sabor sea la carne y los ingredientes con los que está preparada, igual de suave debe de ser el vino.
Si batallas todavía para saber qué clase específica de vino hay que utilizar, siempre podrás recurrir al Chardonnay. Si la receta incluye una salsa cremosa, elige el Pinot Grigio, pero si la salsa es con tomates ácidos, la opción es un vino de la variedad italiana Sangiovese.
5. Ensaladas y carnes frías
Por lo regular, a las ensaladas les va bien un vino rosado o un blanco seco con toque frutal, pero que no sean dulces. Debes tomar en cuenta también los ingredientes y el aderezo. En el caso de ensaladas con vinagreta, va bien un Chardonnay; un Sauvignon Blanc o un Albariño, que harán que resalte el sabor frutal del vino.
Para aderezos cremosos, el Chardonnay y el Pinot son la opción. En el caso de ensaladas con tocino y huevo, un vino rosado va bien. Existen ensaladas que llevan carne, y para esos casos, elige un Chianti Reserva Clásica; Brunello di Montalcino; o Vino Nobile de Montepulciano.
En el caso de las carnes frías, como la mayoría suele tener mucha grasa, necesitas elegir vinos con alto grado de acidez para que limpien tu paladar y así puedas seguir disfrutando del sabor. Puedes elegir blancos secos, tintos ligeros y algunas variedades de rosados. Incluso, para estos casos puedes utilizar cerveza, para sabores fuertes, picantes e intensos.
Para patés y terrinas, usa vinos de Lambrusco. En el caso de serranos, prosciuttos y otros jamones, elije vinos rosados, o vinos finos y manzanillas para embutidos ibéricos. Algunos tipos de cerveza de buen cuerpo, sirven bien para embutidos de cerdo y ahumados.
Si vas a comer salchichas especiadas, elige vinos blancos frutales y muy fríos. Si se trata de salami, pide Barbaresco o Beaujolais. En el caso de que el salami sea muy ahumado o especiado, usa cerveza.
6. Paella y arroz en general
Al arroz le acompaña bien los vinos blancos ligeros y secos, con aromas frutales pero que no sean demasiado dulces. Puede tener toques de acidez, pero no demasiada.
Se puede optar por tintos ligeros, como Garnacha, Gamay, Cabemet Franc, o bien, el Pinot Noir. Para el caso de arroz con sabor más fuerte, como los sofritos o con salsas de sabor intenso, lo recomendable es elegir a los tintos.
La paella contiene arroz, pero es una mezcla de diversos sabores y texturas, que incluye mariscos, verduras y especias. Lo ideal es buscar un contraste con los sabores de este platillo, pero sin que se opaque ninguno. Para la paella valenciana, si el sabor es sutil, va bien un vino rosado, un vino blanco o incluso un espumoso. Si se trata de una paella de mariscos predominantemente, debes buscar un Albariño, Verdejo o Sauvignon Blanc, pero no fermentados en barrica.
Si se trata de una paella vegetariana, pide un rosado fresco y ligero, o incluso un espumoso. Para la paella negra, que lleva tinta de pulpo o calamar, la elección es un Gewürztraminer o un Moscatel de la zona de Valencia o de Alicante.
7. Quesos y aperitivos
La variedad de quesos que existe es tan amplia como la de los vinos, así que te daremos algunos lineamientos generales para lograr un maridaje perfecto.De entrada, los vinos blancos son los que mejor se adaptan a los quesos blandos y de sabores fuertes. Los vinos frutales o blancos dulces, pero que no sean secos, o los vinos de postres son los que mejor se adaptan a la mayoría de los quesos, así que si batallas para elegir, puedes recurrir a alguno de esta variedad.
En el caso de encurtidos y frutos secos como aperitivos, la elección son los vinos generosos, como los de jerez en sus variantes; el oporto y madeira pasados por barrica y el marsala italiano.
Para los quesos, la regla es sencilla: mientras más picante el queso, más dulce debe ser el vino. Para quesos tiernos y grasos, los vinos blancos con cuerpo o bien secos ligeros serán tu elección.
Si se trata de queso azul, usa Cabernet Sauvignon, Zinfandel, Tawnyport o Jerez. Para un Camembert o Brie, pide Chardonnay o Sauvignon Blanc. Si es Cahill (Porter), va con el Pinot Noir. El queso cheddar, se lleva bien con un Merlot o Cabernet Sauvignon. Para el chevre, pide Gewürztraminer o champaña. Un gruyere es agradable con un Pinot Noir. Este vino va muy bien, también, con el queso Suizo. Si tienes queso Roquefort, combínalo con un Riesling, cosecha tardía.
Para el queso gouda, usa Riesling y vinos espumosos. Si es queso de cabra o queso Feta, un Pinot Noir o tintos de cuerpo medio, y también con vinos blancos como el Dry Chenin Blanc, Sauvignon Blanc, Pinot Gris. Si tu elección es queso Gorgonzola, elige un Zinfandel, Cabernet Sauvignon o un dulce Riesling.
8. Chocolates y postres
Si tienes un tinto de gran fuerza y con cuerpo, que además tenga toques frutales, pero no en demasía, sino más bien tenga toques minerales, como un priorato, uno de la tierra de barros, un toro, un bierzo, un montsant, es momento de sacar los chocolates o un postre a base de cacao o café. Para el chocolate, son excelentes el Pinot Noir y por supuesto, el Oporto.
Un Riesling o un Asti son perfectos para un postre ligero que tenga como base crema de mantequilla o natilla y en los que resalte la vainilla. Si la base es de frutas y canela, elige un vino Sauternes o champaña rosada.
La champaña, Cava o un Prosecco, dada su versatilidad es la solución perfecta para combinar con cualquier postre, desde frutas naturales hasta las más elaboradas tartas.
El Tokaji es excelente para postres con dátiles, nueces e higos, mientras que para un pastel de manzanas o duraznos, el vino de hielo es la elección correcta.
A final de cuentas, lo principal para logra un maridaje exacto y que sea también innovador, es que combines muy bien los ingredientes, pero sobre todo, que haya una buena combinación con tu acompañante… Si lo logras, ¡serás un campeón!