El hablar en público es algo que nos ha acompañado como especie desde que se desarrolló el lenguaje, aunque, por supuesto, existen muchos que hablan solos, o bien, otros que ni siquiera eso, por temor a no hacerlo correctamente .
La educación profesional sobre el arte de hablar correctamente en público es relativamente nueva. Relativamente, porque los egipcios recibían instrucción formal para decir discursos; esto, entre los siglos IV y III antes de Cristo, lo que se convirtió en el método para solución de conflictos en la Atenas.
En esa época, creemos que este tipo de clases era solo para los políticos (en nuestra época del internet, los políticos solo usan una hoja con algunos puntos para una conferencia de prensa de dos minutos para presentar su agenda). Pero la realidad es que cualquier discurso más largo de unas cuantas frases puede ser considerado como un ejercicio de persuación, ya que tratas de convencer a alguien de un punto de vista o perspectiva que tienes.
Una presentación de ventas ante la sala del consejo es hablar en público. También lo es una larga explicación, en un bar, sobre si Messi es mejor que Cristiano Ronaldo. Ya sea que te prepares en tus argumentos sobre futbol o en tu estrategia de ventas ¡necesitas establecer tus prioridades! Los mismos fundamentos subyacen bajo ambas situaciones, y mientras mejor seas en ellos, más convincente serás en ambos casos, ya sea que lo hayas preparado de forma intensa, o que estés improvisando.
Los tres fundamentos
Cientos de miles de páginas se han escrito sobre cómo hablar en público, pero aquí vamos a dividir el tema en tres aspectos fundamentales:
- Foco
- Retórica
- Presentación
Si haces tu tarea en estas tres áreas, es probable que dejes una buena impresión al hablar en público.
Los tres fundamentos comparten un tema común, y esa es la pieza más importante de asesoramiento que vamos a compartirte:
Todos los fundamentos para hablar en público se mejoran en base al trabajo de campo que haces con el tiempo. Cuanto más esfuerzo pones para preparar un discurso, menos trabajo tendrás que hacer durante la exposición del mismo.
Anatomía de un discurso
Vamos a dar vistazo a la anatomía de una buena presentación, para luego sumergirnos en cada uno de los tres fundamentos.
Empecemos. Si alguna vez tuviste que escribir “ensayos de cinco párrafos” en la escuela primaria, ¡felicidades!, ya sabes cómo estructurar un discurso. Quizás esto es una simplificación excesiva, pero el marco general para la mayoría de los discursos es algo como esto:
- La apertura, incluyendo una declaración de la tesis general.
- Primera pieza de evidencia que la sustenta y el análisis de la misma.
- Segunda pieza de evidencia que la sustenta y el análisis de la misma.
- Tercera pieza de evidencia que la sustenta y el análisis de la misma.
- Conclusión, resumiendo tu análisis y reafirmando su tesis.
O en las famosas palabras de Dale Carnegie: “Dile a la audiencia lo que le vas a decir; dilo; luego diles lo que ya has dicho”.
Si escuchas largos discursos, verás que quienes hablan, en su mayoría siguen este formato “de cinco párrafos”. Aunque se haya escrito algo así como la declaración del Estado de la Unión, que podría ser de docenas de páginas, también tiene una introducción y una conclusión, con tres secciones generales en medio: un esquema de política interna, un esquema de política exterior y una agenda específica de la las prioridades del propio presidente.
Estas tres piezas de evidencia no son obligatorias. Tampoco hace que cada “pieza” requiera su propio análisis independiente. Puedas abrir una sección de tu discurso con una cita, contar una anécdota y citar un estudio científico, todo lo que demuestre el mismo hecho básico o teoría.
Asegúrate de mantener cada hecho de soporte por separado. Por ejemplo, digamos que estás argumentando a favor de una solicitud de los comensales a un servicio de alimentos, para que pongan crema de verdad en la mesa, en vez de sustitutos. Si vas a presentar pruebas de que los sustitutos no son saludables, que los restaurantes que ponen crema de verdad reciben mayores propinas y que una industria láctea más fuerte es buena para la economía del estado; cada uno de estos puntos debe quedar claramente separado, en lugar de lanzar argumentos de cada una de las evidencias a lo largo de todo el discurso.
Conforme vayas avanzado y te vayas convirtiendo en un buen orador, sin duda que serás capaz de desviarte de este marco básico. Incluso hay algunos casos en los que no funcionan en absoluto (largos relatos en primera persona que sirven para el entretenimiento en lugar de la persuasión, por ejemplo). Sin embargo, para los principiantes y para la mayoría de las situaciones de persuasión, hay que pensar en términos de “apertura; primera evidencia; segunda evidencia; tercera evidencia; conclusión”.
Ahora sí, vamos a revisar los fundamentos:
1. Foco
El foco de un discurso, de forma simple se puede decir que es “de lo que se trata”. Pero es un poco más complicado que eso, aunque no tanto: si sabes sobre el tema que vas a hablar, tienes ya una buena parte del camino recorrido hacia un buen discurso.
El truco está en saber realmente sobre el tema del que vas a hablar -no solo de los tópicos generales, sino también de lo que vas a decir en específico-. Se trata del caso que quieres construir, y si conoces ese caso por dentro, darás un buen discurso. Si elegiste un tema, pero no sabes cómo abordar y recorrer los argumentos específicos, ten cuidado, porque seguramente el recorrido será bastante complicado. Puedes estar ante el inicio de una avalancha…
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Del tópico a la tesis
A menos que seas miembro de un club de oratoria o algo similar, seguramente nunca te pedirán que des un discurso sobre “cualquier tema”. La mayoría de las situaciones donde tienes que hablar en público son predecibles: tienes un tema y una meta.
La clave es saber cómo ir de un tópico a una tesis:
-El tópico es una categoría general de interés. “Grandes bateadores en el beisbol”, es un tópico; así como “los nuevos modelos de bolígrafos a prueba de fugas”. Se trata de un tema, más que de una simple opinión sobre ese tema.
-La tesis es el argumento específico que estás haciendo. Es la suma de lo que quieres que quien te escucha termine por creer: “Hank Aaron fue mejor pelotero que Barry Bonds”; eso es una tesis. También, “es más barato tener una pluma a prueba de fugas”. Por lo regular, una buena tesis se puede resumir en una frase breve o en un párrafo corto, que puede o no aparecer en el cuerpo del discurso.
El objetivo de tu discurso es ir de un tema amplio a una tesis específica. Un largo y complicado discurso puede tener varias tesis; un discurso más corto, solo se centrará en un solo argumento general.
La pregunta que siempre te debes plantear es: “si mi discurso funciona, ¿qué es lo que las personas deben creer luego de escucharlo?”. Debes tener la respuesta a esta cuestión antes de que empieces a escribir el discurso. Esta es la prueba máxima para toda la composición: las palabras que ayuden a tu argumento, se quedan. Las que no lo apoyen, córtalas.
Conocer tu tesis antes de tiempo te impide dar rodeos y que hables solamente sobre el tópico. La información sobre el tema general podría ser interesante, pero si no se avanza hacia una tesis, perderás el tiempo y el camino. Cuanto más específica sea tu tesis, mejor será para ti el uso del tema más amplio (tópico) de una manera convincente. Nunca debes confundir el tópico con la tesis.
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Asentar la evidencia
“Evidencia” suena a sala de audiencias, a un juicio y cosas legales, pero en retórica (más adelante hablaremos más sobre esto) simplemente significa cualquier cosa que apoye tu tesis.
La evidencia no siempre es real. Una cita o frase de un individuo famoso e inspirador en realidad no “prueba” nada, en un sentido lógico, aparte de que una persona siente algo particular en un momento determinado. Pero esto puede servir como un atractivo que ayude a transferir el afecto del público hacia esa persona famosa a tu causa u objetivo específico.
En términos generales, podemos dividir las evidencias en tres categorías:
-La evidencia de hechos que incluye estadísticas, conclusiones probadas científicamente, declaraciones de archivos históricos y cualquier cosa que se pueda verificar como un dato duro. Esto da fuerza al discurso porque no se pueden contradecir directamente, lo que hace que el argumento tenga las interpretaciones en su lugar. Sin embargo, demasiadas evidencias de este tipo harán tu discurso un poco seco, y si además tienes demasiados datos separados, te será más difícil reunirlos en un solo argumento (y no debes dejar espacio para otras interpretaciones).
-La evidencia anecdótica es una historia, o historias, que sustentan tu argumentación. Obviamente no tiene la autoridad de una muestra estadística o de un estudio científico comprobado, pero puede ser una apelación más personal. Decir que “más de 15 mil niños fueron heridos por armas de fuego en 2010”, es evidencia de hechos, mientras que si dices: “cuando era niño, perdí dos dedos en un accidente con una pistola”, es anecdótico. Este tipo de evidencia no es tan confiable como la de hechos, pero puede convertirse en un argumento más poderoso ante el público. Además, es mucho más fácil relatar algo, que mostrar y explicar cifras y estadísticas.
-La opinión de expertos no es ni de hechos ni anecdótica. En lugar de esto, usas las palabras de alguien más, con la implicación de que ellos ya han estudiado a profundidad el tema que vas a tratar. Citar a Thomas Jefferson en una discusión para que un caso particular, que ya pasó, es una manera de sugerir que Jefferson habría apoyado ese caso y que él era un experto calificado debido a su papel en el naciente gobierno estadounidense. Una evidencia de esta naturaleza no siempre resiste a cualquier análisis de hechos profundo, pero ayuda a presentar tu opinión como algo compartido por expertos calificados, en lugar de que sea meramente un producto de tus creencias personales.
De ser posible, es recomendable que hagas una mezcla de los tres tipos de evidencia durante tu discurso. Si no tienes ninguna evidencia de hechos, puedes tener una dura réplica a tu discurso – incluso cuando se trate de algo tan subjetivo como “quién era el mejor pelotero, debes ser capaz de hablar de manera inteligente sobre promedios de bateo y algunos de los números de la temporada, o vas a quedar como alguien que NO hizo su tarea.
Por otra parte, si lo único que tienes para presentar son números, el público pensará que solo eres un aburrido sabelotodo. El toque humano de una anécdota personal, o el argumento basado en la opinión de un famoso experto, le dará a tus datos -y a tu discurso- la ayuda necesaria para ser accesible.
2. Retórica
La idea de estudiar las palabras en sí mismas, y los métodos para hacerlas más persuasivas, surgió hace ya muchos años. Ejemplos de preparación en discursos persuasivos se han encontrado desde hace más de 4 mil años, y en diversos lugares como en Egipto, Mesopotamia y China.
Pero, ¿qué es la retórica? Son los métodos mediante los cuales tú le das forma a las palabras, para que tu discurso logre ser más persuasivo. Si alguna vez has vuelto a redactar una oración, para que sea más fácil de entenderla,¡eso es retórica! La aplicación de esta metodología en tus discursos formales (y a tu discurso cotidiano) puede hacer la diferencia entre una oración convincente y otra que se cae, a pesar de un argumento fuerte y lógico.
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Cómo estructurar tus enunciados
Es difícil expresar ideas complejas en frases cortas. Pero, desafortunadamente, es la manera más precisa de hacerlo, incluso cuando con quien estás hablando sean académicos expertos.
Persuadir a la audiencia en general es difícil, pero te irá mejor si usas una estructura similar para esta sección: muchas frases cortas, con algunos espacios en blanco entre ellas (por supuesto que las personas no pueden ver el espacio en blanco mientras estás dando tu discurso. Pero te pueden escuchar cuando haces una pausa al final de un párrafo).
Además de ser cortas y concisas, las frases en un discurso deben tener un estructura simple. Evita que sean dependientes, lo que quieres es que cada idea se mantenga firme por sí sola. Si tienes dudas, revisa si hay pausas con comas que puedas quitar. Las comas no son algo malo -sería algo terrible tener que escribir sin ellas-, pero tampoco son buenas si están debilitando la estructura de tu texto. Por ejemplo: “Una encuesta independiente mostró que los usuarios de una Mac eran más felices en general que los usuarios de una PC”, suena más contundente que “los usuarios de una Mac son más felices que los usuarios de una PC, según una encuesta independiente”.
No tengas miedo de releer y trabajar tu texto muchas veces. Cambia las frases hasta que tengas un discurso tan sólido como sea posible. Hay un lugar y un tiempo para usar un lenguaje “florido” (ya hablaremos de esto un poco más adelante), pero el grueso de tu intervención debe ser con frases que funcionen de forma clara y coherente, incluso si las sacas un poco de contexto.
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El arte de hacer pausas
En un discurso, esto significa hacer pausas entre las palabras y los enunciados. Si eres nuevo en esto de hablar en público, lo mejor será que no hagas demasiadas pausas. Los oradores más novatos tienden a “correr”. Esto lleva el discurso con tal rapidez que el público batalla para entenderlo, pues tiene menos tiempo para digerir cada hecho o para asimilar cada pieza de evidencia.
El ritmo general de un buen orador debe ser ligeramente más lento que el que utiliza en sus conversaciones. Un ejemplo que se utiliza mucho en occidente es que realices tu discurso con un ritmo similar a cuando rezas el Padre Nuestro, o una oración similar, constante y mesurado.
Puedes utilizar tu material escrito para controlar las pausas. Si estás leyendo de un texto ya preparado, usa los lugares en que cambias de renglón, en intervalos regulares, como una guía para hacer alguna pausa, incluso puedes hacerlo en partes del texto donde no se necesita el salto de párrafo en la presentación escrita.
Trata de ubicar las pausas largas luego de explicar un concepto o de algunos puntos importantes. Esas son las partes de tu discurso en las que quieres que la audiencia se tome más tiempo para pensar. Un segundo o dos de silencio, le da al cerebro de quienes te escuchan, el tiempo para procesar lo que acaban de recibir. No tienes que hacer todo un espectáculo de pausa y silencio, pues esto da oportunidad de que tu discurso se hunda; solo una pequeña pausa que te de tiempo de dar un breve respiro está bien.
Las pausas pueden funcionar en dos sentidos-es común que algunos oradores vayan in crescendo en sus argumentaciones y emociones, incrementando tanto la velocidad como el volumen en su discurso-, y se puede utilizar en su momento. Por ejemplo, puede aumentar la velocidad y el volumen cuando se trata de momentos en que no es necesario el análisis crítico, sino la emoción. La parte de los datos requiere que tu oratoria sea más lenta y haciendo pausas continuas. Un momento emotivo te ayuda con la gente que no se detiene a examinar la información, sino que se basa más en sus sensaciones y emociones. Por ello, debes de encontrar un equilibrio y los momentos exactos para hacerlo.
Los discursos persuasivos tienden a generar un “arco” en sus pausas: comienzan despacio, mientras el trabajo de campo y las evidencias son presentados, y luego incrementan su velocidad, mientras el orador presenta su argumentación, y de nuevo bajan la velocidad, cuando se hace una nueva presentación de la tesis, para permitirle a la audiencia un tiempo para digerir todo lo que han escuchado.
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Ritmo y Énfasis
Uno de los aspectos más técnicos en el estudio lingüístico es la medición del ritmo en un discurso. El ritmo proviene del acomodo de sílabas y el grado de énfasis en el habla. Es de obvia importancia para los poetas, pero también ha sido, durante mucho tiempo, una consideración importante en la prosa hablada.
La mayoría de los discursos casuales son arrítmicos, es decir, no siguen un patrón definido. Los discursos que han sido preparados pueden ser casi arrítmicos. Los enunciados cortos se pueden sentir con mucho más ritmo que los que son largos, sobre todo cuando la mayoría de las palabras que los componen son de una o dos sílabas, aunque en este caso, tampoco se puede identificar un patrón bien delineado.
Un buen orador puede aprovechar esto a su favor, agregándole ritmo a las ideas o declaraciones más importantes. Un camino común que se puede utilizar es usar la repetición de frases en el mismo sentido, como en el discurso de Winston Churchill, “Debemos pelear en las playas”:
“Debemos pelear en las playas; debemos pelear en las tierras de desembarco; debemos pelear en los campos y en las calles; debemos pelear en las colinas; debemos pelear y nunca rendirnos.”
Al introducir múltiples ideas con “debemos pelear”, Churchill construye un ritmo, que quienes lo escuchan, sienten como una presión que va creciendo. Cuando “alivia” la presión, saliendo de la estructura, enfatiza la importancia del concepto: “debemos pelear y nunca rendirnos”.
Otra herramienta común para lograr el ritmo es incluir pasajes importantes, con una sección de prosa yámbica, que es una clase de “prosa medida”. El yambo se construye por una sílaba breve y una larga, y cuando combinas varios yambos (como hacía Shakespeare en su famoso pentámetro yámbico, que incluye yambos en grupos de cinco) el resultado es similar al sonido del ritmo del corazón de los humanos. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos utiliza una estructura yámbica para dar a conocer la parte medular de su contenido:
“We hold these truths to be self evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.”
Dejamos el original en inglés, pues en la traducción al español se pierde el yambo. Esta estructura es más común en inglés, y de hecho, esta forma de escritura se conoce como “verso blanco inglés”, sin embargo, en español se puede lograr también, o incluso en algunas traducciones de Shakespeare se logra cambiando el ritmo bisilábico a uno trisilábico y cambiando el endecasílabo por 17 sílabas.
Cualquier ritmo constante le dará “cadencia” a un discurso y creará un hilo conductor natural, hasta un punto que el orador quiera seguir. La estructura yámbica es común, y un buen punto de partida para un principiante que desea experimentar con el uso deliberado del ritmo. Sin embargo, hay que tener cuidado con la duración de estos ritmos, ya que si aplicas demasiado, sonará a que estás cantando y no dando un discurso .
Usa el ritmo para subrayar uno o dos de los puntos más importantes en un discurso y con eso basta. El público sentirá el efecto sin notarlo.
3. Presentación
El fundamento final para saber cómo hablar en público de forma correcta es la presentación: la apariencia física de tu discurso.
La presentación pesa cada vez más en nuestros tiempos, y hay una buena razón para eso: hay cámaras en todos los teléfonos celulares, por lo que cualquier momento público es susceptible de ser grabado. Incluso los comentarios breves que hagas fuera de tu discurso pueden ser grabados y vistos una y otra vez, y por supuesto, ser evaluados y criticados…
Es un cliché decir que no importa tanto lo que digas, sino como lo digas; pero los clichés existen por una razón: hay algo de verdad en ellos. Si una buena presentación no pudiera sostener un mal argumento, los vendedores de autos usados en todas partes, se quedarían sin trabajo. Obviamente no todo el mundo va a ser influenciado por una entrega excelente, pero algunas personas, y esto es lo más importante, a mucha gente no le importará una mala entrega, si tu argumento es excelente.
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Uso de elementos visuales
Cualquier cosa que hagas mientras hablas, es un elemento visual. Eso incluye tu ropa, tus gestos, e incluso tus expresiones, así como cualquier objeto que utilices, como una pluma, el control para cambiar diapositivas o un indicador láser. Todos los aditamentos visuales deben servirte para reforzar tu tesis; si no lo hacen, entonces trata de usarlos lo menos posible y solo en momentos en que no se trata de un punto fundamental en tu discurso.
Una buena parte de los enunciados en tu discurso no necesitan que hagas un gesto en particular. Mantén tus manos relajadas y sobre el atril, si es que tienes uno, o de forma relajada a los lados de tu cuerpo. Solo levanat tus manos cuando necesites enfatizar algo, y debes asegurarte que ellas “están diciendo” lo mismo que tus palabras.
Bill Clinton, por ejemplo, era un experto en mover las palmas de sus manos cuando hablaba de unidad y reunión, pero las presionaba contra su pecho cuando hablaba de luto o de simpatía hacia alguien. Los gestos no solo enfatizan las frases que acompañan, sino que las encarnan.
El apoyo visual externo sigue la misma regla. Una presentación con diapositivas puede ser útil, pero cualquier persona que ha visto una presentación de PowerPoint sabe que a menudo solo son de relleno. Si no tienes información visual específica que necesites transmitir -datos en una gráfica, por ejemplo, o fotografías que demuestren algún punto-, lo mejor es hacerlo sin diapositivas.
Cuando incluyes ayuda visual, no hables sobre ella. Dile a la audiencia lo que estás a punto de mostrar, luego presenta la ayuda visual y pausa por un momento. Dale a sus cerebros tiempo para cambiar a procesamiento visual, deja que lo digieran y luego vuelve a tu discurso. Utiliza una frase corta, de relleno, como: “Ahora que han visto esto…”, para volver a activarlos antes de presentar cualquier idea adicional.
En general, las ayudas visuales deben mantenerse a un mínimo, en segundo plano, y sobre todo, revisa muy bien qué es lo que “dicen”. Si están agregando fuerza a tu argumento, adelante, utilízalas y dales el énfasis apropiado. Pero no desordenes tu discurso con cuestiones visuales innecesarias, pues solo te van a distraer, y a tu audiencia también, de lo que estás diciendo.
Un buen traje y unos pocos gestos bien planificados, casi siempre hacen más por ti, visualmente, que cientos de diapositivas de PowerPoint.
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Cómo leer el espacio y a la audiencia
Incluso un orador principiante generalmente puede decir si “tiene a la audiencia” o no. Los niveles de energía y la atención son bastante evidentes en el lenguaje corporal de la gente. Si observas a la multitud y puedes leer lo que está sintiendo, eso te dirá lo que tu discurso debe proporcionarles: una multitud ruidosa necesita canalizar su energía; si se están durmiendo, necesitan una sacudida para despertarlos, y así sucesivamente.
Aprenda a descifrar la forma en que la gente está sentada o de pie. Si se inclinan hacia adelante y sus cuerpos están relativamente quietos, tienes su atención. si están inclinados hacia atrás, inquietos y, en el peor de los casos, mirando hacia otro lado, significa que “no los tienes”.
Toma en cuenta todas las situaciones para leer a la audiencia. Si eres el tercer orador en un evento al aire libre, en invierno, seguramente las personas se estarán moviendo de un lado para otro, porque tienen frío, independientemente si están atentas o no (tendrás que ser más breve con una audiencia en esta situación).
Puedes volver a enfocar la atención en ti, si es que esta se ha desviado, pero solo lo lograrás si sabes encontrar la causa de que se desviara.
Debes estar listo para adaptarte de inmediato a las circunstancias que se necesiten. Tu primera reacción por lo general puede ser elevar el volumen y la energía en tu discurso, pero esto no siempre es el mejor camino. Esto puede atraer la atención de forma momentánea, pero si las personas ya están cansadas, terminarás por enfadarlos.
Lee el nivel de energía en el espacio en el que te encuentras, y si lo consideras necesario, empieza a elevar suavemente el volumen y la intensidad, antes de querer gritarle a una audiencia que se encuentra en calma. Un público intranquilo o adormilado necesita, más que otra cosa, un discurso claro y simple.
Si hiciste correctamente tu trabajo de preparación previo, todo lo que necesitas es encontrar el nivel de intensidad que tu audiencia está buscando, y entregarles tus observaciones en ese mismo tenor.
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Practica: lo necesitas más de lo que crees
La clave principal para realizar un buen discurso no es la presentación en Power Point, es más, ni siquiera tu lenguaje corporal: lo más importante es la práctica.
Practicar discursos se siente intensamente antinatural. Te hace sentir incómodo cuando hablas solo en tu habitación o en tu oficina. Añade a eso una cantidad intensa de autoconciencia – en una buena práctica estás, después de todo, analizando tus errores- y podrás ver por qué la mayoría de la gente encuentra los ensayos de sus discursos como una experiencia profundamente embarazosa.
Desafortunadamente, es la única manera realmente efectiva de perfeccionar tus habilidades para la presentación. Esta repetición te permitirá encontrar los puntos fuertes y las debilidades de tu discurso. Hazlo con todo y no tengas piedad -media docena de veces es un mínimo para realizar un buen discurso, ya que en cada una de las veces que lo repitas, encontrarás razones para revisarlo una vez más.
Las primeras veces que lo hagas, es bueno que tomes notas de los puntos en los que consideres que debes o quieres hacer cambios, justo en el momento, pero, gradualmente, deberás de adquirir la habilidad de ensayar todo el discurso hasta el final. No debes adquirir el hábito de detenerte para corregir lo que no te salió bien en el momento, ya que esto no será una opción en tu presentación en vivo.
¿Cuánto debes practicar? Eso depende de ti, del discurso, de tus metas y la calidad que esperas. En términos generales, podemos decir que no ha sido suficiente si sientes que no has logrado que las frases clave y tus gestos se vean realmente salidos del corazón. Los momentos más importantes del discurso deben haber sido fuertemente internalizados, antes que te subas al escenario.
Conclusión
Para reiterar lo que dijimos al principio: el éxito de un discurso reside en el trabajo que hagas en el transcurso de la preparación.
El argumento, la elección de palabras y la forma en que lo presentes, será determinado por el tiempo. Incluso en un discurso improvisado, su éxito depende de cuan preparado estés para hablar de ese tópico -qué tan bien conozcas el material de apoyo y qué tanta coherencia en tus puntos de vista presentes-.
Los tres fundamentos de todo discurso son:
- -Foco: Es el argumento central y la evidencia necesaria para sustentarlo.
- -Retórica: la estructura de tus palabras, frases y párrafos.
- -Presentación: la forma en que lo entregas a la audiencia y los elementos visuales que utilizas.
Entre más revisiones hagas y con mayor intensidad de tu discurso, mejor será.
Tómate el tiempo que necesites -pero solo el que necesites-. Al final del día, si te estás preparando durante horas para ir a un bar y defender la reputación de Hank Aaron como un gran pelotero, probablemente necesitas un tipo de consejos que esta guía no te va a proporcionar…