El sexo es parte fundamental de la mayoría de las relaciones físico-afectivas y está comprobado que la práctica, a solas o en compañía, contribuye a la salud física y mental, así como al desarrollo de la identidad sexual y de género, la función cognitiva, la felicidad y el placer. Además, mejora las relaciones interpersonales y la calidad de vida.
Sin embargo, estudios de investigadores de la Universidad de Indiana, encabezados por Debby Herbenick, señalaron una disminución de la actividad en adolescentes y adultos en edades de los 14 a los 49 años, con base en la información recuperada por la Encuesta Nacional de Salud y Comportamiento Sexual (NSSHB, por sus siglas en inglés), la más grande en Estados Unidos sobre el tema.
Los expertos compararon los resultados obtenidos en la aplicación de las encuestas de 2018 con las cifras anteriores recogidas en 2009 sobre los comportamientos en las relaciones coitales y otras prácticas del repertorio no coital como la masturbación en autocomplacencia o con la pareja, así como las prácticas orales.
En general, el estudio encontró que la frecuencia en las relaciones de 2018 se redujo significativamente, tanto en adultos como en adolescentes, incluidas las complacencias no coitales tanto a sí mismos como a la pareja. Esta es la primera vez que los resultados arrojan esta disminución de “la mano amiga” en adolescentes.
Una de las coautoras del estudio, Tsung-chieh Fu, pone de entremedio que hacen falta muchas pruebas para saber con exactitud las causas que influyen en este cambio dentro de la población más joven, pero destaca dos factores a considerar en el remplazo del tiempo dedicado al sexo: las redes sociales y videojuegos.
Otros posibles factores a considerar fueron el estatus económico, pues los ingresos bajos podría estar relacionados con la disminución de actividad en la cama, y la afectación social y psicológica de la pandemia por covid-19. Las pérdidas de empleo condujeron a muchas personas a luchar contra la ansiedad y la depresión, cuyo efecto también se ve reflejado en el deseo. Además, no hay que dejar de lado la orientación, ya que hubo un aumento en personas que se identifican como asexuales.
A pesar de que los expertos muestran preocupación por la disminución, Ena Eréndira Niño Calixto, investigadora del Programa de Sexualidad Humana de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de México, considera que “no hay un efecto negativo por no tener actividad”.
Niño Calixto explica que hay otras actividades que producen el mismo efecto, como “hacer ejercicio, entretenerse con películas o realizar meditación y relajación”. Estas actividades también pueden estimular la segregación de endorfinas y otros químicos que producen la sensación de bienestar.
Niño Calixto retoma la asexualidad señalando que las personas con esta orientación se sienten satisfechas sin tener actividad genital y no presentan consecuencias negativas en términos de salud, pues han implementado “otras prácticas de contacto físico y estimulación de muchos órganos sensoriales del cuerpo para llegar al placer”.
Sin bien plantea que no hay consecuencias en la salud por la falta de la práctica sexual, sugiere que se tendrían que analizar los factores psicoemocionales y socioculturales que generan malestar en la vida cotidiana. Así, como en el estudio de Herbenick, las variables pueden ser tan amplias como la delimitación geográfica y cultural que se le dé.