Todos queremos ser exitosos en lo que hacemos, pero son pocos los que conocen la mejor forma de llegar a la cima. Steve Jobs, el genio de Apple, es de estos últimos y compartió uno de sus secretos para triunfar.
En la década de los sesenta, Jobs era apenas un chico soñador de secundaria que asistía a charlas y conferencias de tecnología. En una ocasión se atrevió a llamar por teléfono a William Hewlett, fundador de la empresa Hewlett-Packard, y le pidió ayuda para construir un contador de frecuencia que tenía planeado como una tarea escolar.
William quedó tan impresionado por el talento del joven Steve, que le ofreció un empleo de verano en su empresa y fue en ese lugar donde Jobs conoció a Steve Wozniak. Este par de genios emprendieron un largo camino hasta fundar la exitosa empresa Apple, sin la cual hoy no conoceríamos los smartphones y las tablets.
En 1994, Steve Jobs tuvo una entrevista en la cual le preguntaron cuál había sido la clave de su éxito y sin dudar mucho respondió algo muy sencillo: pedir ayuda.
Para este genio de la tecnología, la mejor forma de asegurar el triunfo en cualquier aspecto de nuestra vida es reconocer que no podemos hacerlo todo y que necesitamos a otras personas con mayor conocimiento y experiencias.
En las últimas décadas del siglo XX encontrar a una persona y poder contactarla era más difícil que hoy. No contaban con el internet que ahora nos facilita estar conectados con todo el mundo y tenían que hablar de viva voz a través de un teléfono. Steve dijo que llamar a Hewlett y pedirle su ayuda fue lo que cambió su vida.
Gracias a William, Steve pudo entrar al mundo de la informática en Silicon Valley y aprender de los mejores. Nada de lo que Jobs hizo hubiera sido posible si no hubiera pedido ayuda.
Parece algo tan obvio que en ocasiones lo olvidamos, pero solicitar ayuda a otros en nuestro tiempo sigue siendo una buena idea. Nos permite trabajar con otros, ser humildes y colaborar con las personas que tienen los recursos que necesitamos; nos ayuda a aprender de otros y a adquirir nuevas habilidades y conocimientos.
Nadie se ha convertido en el CEO de una exitosa compañía internacional aborreciendo a los demás o despreciando el trabajo en equipo. Es un camino largo, pero todo puede comenzar con el humilde acto de reconocer nuestros límites y pedir ayuda.