En 1821 todavía existía un gran auge en Europa por descubrir y colonizar nuevos territorios, por lo que a Gregor MacGregor le pareció un buen momento para convertirse en millonario sin tener que trabajar. Este hombre elaboró un plan para engañar a todos y convencerlos de invertir en unas tierras que ni siquiera existían. Lo peor de todo es que sí cayeron y creían que era un “príncipe”.
Este hombre escocés gozaba de una buena posición económica. A los 16 años se enlistó en el ejército y posteriormente se casó con María Bowater, de una familia inglesa que también contaba con una buena fortuna. De pronto todo dio un giro de 180 grados, pues tuvo una pelea en el ejército, por lo que fue dado de baja, a pesar de que ya tenía el grado de coronel. Además, su esposa murió y se tuvo que enfrentar al dilema de cómo amasar su propia fortuna.
Primero se hizo pasar por un miembro de la realeza escocesa, pero en Inglaterra nadie le creyó, aunque se había autonombrado sir. Vendió todas sus posesiones y se embarcó a Venezuela, donde sí le creyeron, y entró al ejército de Simón Bolívar, en el que se ganó el grado de general y se casó con Josefa Lovera, prima del gran libertador.
En sus recorridos por América del Sur descubrió un pedazo de tierra del tamaño de Gales, que “compró” a la tribu Miskito tan solo por un poco de ron y unas cuantas joyas. Sin embargo, este territorio ubicado cerca de la costa de Nicaragua no tenía prácticamente ningún valor, pues no producía nada, pero le pareció perfecto para estafar a varias personas en Europa.
Como ya le precedía una buena fama como héroe de guerra en América del Sur, regresó a Inglaterra y empezó a decir que era dueño de una tierra ideal, con todas las comodidades de la época, un clima excelente todo el año, en fin, un paraíso al que llamó Poyais y del que, por supuesto, él era el príncipe. Para que todo fuera más creíble, falsificó documentos e incluso hizo una “guía” de sus tierras con dibujos, mapas, así como notas y lo firmó con el nombre de un “célebre expedicionario”: Thomas Strangeways.
En esta ocasión sí le creyeron. Abrió una oficina y empezó a vender pedazos de este paraíso, pero debido a la alta demanda que tuvo, subió sus precios. 200 aristócratas cayeron en su engaño e invirtieron fuertes sumas de dinero para mudarse a Poyais. Además, hizo monedas falsas de su “tierra” y hasta contrato un barco para llevar a estos incautos a visitar lo que habían comprado.
Al llegar, el sueño se rompió, pues los compradores se dieron cuenta de que solo había pantanos y un bosque que no se podía aprovechar. Por si fuera poco, el “buen clima” no era tal porque arribaron en plena temporada de lluvias, lo que además de inundaciones, provocó que se extendieran los casos de malaria. Desafortunadamente, cuando llegaron a rescatarlos, solo quedaban 50 sobrevivientes.
Gregor escapó a París, donde siguió estafando personas; se dice que en esta ciudad pudo ganar 400,000 dólares con sus engaños, hasta que fue arrestado en 1825 y acusado de fraude. Sin embargo, pudo convencer al jurado y a las autoridades de que el responsable de todo era su asistente, así que lo absolvieron de todos los cargos que pesaban en su contra.
Después de la muerte de su esposa, en 1838 regresó a Venezuela y al ejército con su grado de general con una buena pensión, c0n lo que pudo vivir de forma muy cómoda hasta su muerte en 1845 y, además, fue sepultado con todos los honores militares por sus servicios en las fuerzas de Simón Bolívar, pues seguramente las noticias de lo que había hecho en Europa no llegaron al continente americano. Un verdadero genio.