Hace unos años el multimillonario ruso Dimitri Rybolovlev estuvo inmerso en lo que ha sido el divorcio más caro de la historia: ¡le dio 4 mil 500 millones de dólares a su exesposa como parte del acuerdo de separación!
Sin embargo ni su esposa, ni prácticamente nadie, sabía que su fortuna consta de muchos millones más, los cuales tenía ocultos gracias al despacho de Mossak Fonseca, en Panamá…
Durante los últimos días hemos sido testigos de una avalancha de información que ha revelado que cientos de personajes, desde políticos, empresarios, deportistas y celebridades, han sido vinculados con los reportes revelados de #PanamaPapers, e incluso el Primer Ministro de Islandia ya renunció por este motivo.
Sin embargo, este personaje ruso debe ser de los más preocupados por la filtración de esta información.
En un articulo publicado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, titulado “Cómo se divorcia el 1%”, en referencia a la élite mundial de millonarios, se explica cómo Rybolovlev escondió toda su fortuna en el 2008 para alejarlo así de su entonces esposa.
Rybolovlev no es el único esposo que ha requerido los servicios de compañías para esconder algunos de sus bienes. De acuerdo a la investigación del ICIJ y revelada junto a Panama Papers, en Tailandia, la firma Mossack Fonseca ofreció ayuda a un empresario que solicitó sus servicios en caso de que su esposa “quisiera quitarle su fortuna”. En Ecuador la empresa creó diversas empresas fantasma para un cliente que necesitaba transferir sus activos antes de iniciar su proceso de divorcio.
Pero no solo los hombres, como este ruso, dueño del AS Mónaco del futbol francés, ocultan sus fortunas a sus parejas, pues en la misma investigación se evidenció a la peruana Marcela Dworzak, esposa del general retirado Antonio Ibárcena, quién fue encarcelado en el año 2000 tras la caída del régimen de Alberto Fujimori.
Marcela contrató los servicios de una compañía para ocultar sus propiedades, en caso de que decidiera divorciarse de su esposo, pues según se lee en los correos, ella no quería que su marido supiera sobre sus bienes.
Así que, aunque sea una de las preguntas más odiosas que existen, la próxima vez que su pareja pregunte: “¿mi amor, cuánto ganas?”, es mejor decir la verdad…