Peter Mutabazi ha tenido una vida bastante complicada. Creció en una pequeña villa en la frontera entre Uganda y Ruanda, su familia era muy pobre y no tenía para alimentarse, así que comenzaron a plantar su propia comida, como frijoles, chícharos y papas.
Desde muy pequeño comenzó a ayudar a su madre en el jardín, la familia no tenía agua limpia, así que él y sus hermanos caminaban de 2 a 3 horas para conseguir un poco para su familia. Esa pobreza es lo único que conocían. Pero eso no es todo, el padre de Pete abusaba severamente de su familia, de manera verbal y física. El hombre golpeaba a su esposa, les negaba la comida a sus hijos y conforme pasó el tiempo la situación solo iba empeorando.
Una noche, cuando Peter tenía 10 años, su padre lo envió por cigarros. De regreso a casa comenzó a llover muy fuerte y los cigarros se destruyeron. Peter sabía que no podía regresar sin ellos, pues le darían la paliza de su vida, así que prefirió huir.
Después de muchos años y juicios que le asegurarían un mejor futuro, finalmente pudo salir de su país y se fue a vivir a Oklahoma, Estados Unidos, donde inició un negocio de bienes raíces. Sin embargo, su vida era muy solitaria y constantemente pensaba en chicos como él, que necesitaban un hogar. Así que un día se decidió a ser el cambio en el mundo, y fue a una agencia de adopción para ayudar a chicos que lo necesitaban.
“En los Estados Unidos debes tomar clases de paternidad y tener una licencia estatal para ser un padre de acogida. Solicité la licencia y las agencias se acercaban a mí cuando necesitaban un hogar para niños. He tenido 12 niños en los últimos años, que van desde los 2 a los 11 años”.
Sin embargo, Peter conoció a un chico cuya historia le cambió la vida, una historia tan dolorosa como la que él vivió en su niñez.
Una noche, Peter recibió un llamado de su trabajadora social diciéndole que si podía dar techo a un chico de 11 años durante un fin de semana. Al principio Peter no estaba seguro, pues acababa de decirle adiós a un par de hermanos que vivieron con él durante varios meses y se había encariñado con ellos. Después de una extensa plática, la trabajadora social convenció al hombre de recibir al niño.
Peter solo lo recibiría ese fin de semana, y se prometió no encariñarse con él, pero su relación se fue dando poco a poco. Peter le pidió a Anthony (el niño) que lo podía llamar “Señor Peter”, pero a los 20 minutos de su llegada el niño le preguntó si lo podía llamar “papá”.
Los dos pasaron un fin de semana divertido, y el lunes por la mañana la trabajadora pasó a recogerlo. Antes de partir, Peter le preguntó a Anthony porqué estaba en el sistema de adopción. Resulta que el chico fue abandonado por su madre biológica a los 2 años. Después fue pasando de familia en familia, hasta que por fin lo adoptaron y lo cuidaron durante 10 años. Un día, la familia que lo crió simplemente lo abandonó en un hospital y jamás regresó por él. Peter estaba sorprendido, se preguntaba ¿quién en el mundo sería tan atroz para hacerle algo así a un niño de 11 años?
Sus padres adoptivos renunciaron a él, lo que significó que Anthony no tenía a donde ir. Peter supo en ese momento que no lo dejaría ir.
El hombre lo adoptó, y el 12 de noviembre de 2019 Anthony por fin recibió el apellido de Peter. “No fue complicado, me tomó tiempo, pero por fin es mi hijo… No lo querían, y sé lo difícil que es encontrar familias que adopten a un chico de 11 años”, dijo Peter.
“Me siento bendecido de tenerlo, siento que lo necesitaba para cambiar mi vida así como pienso que cambié la de él”, agregó.
A pesar de haber adoptado a Anthony, Peter dice que no piensa dejar de dar hogar a niños que lo necesiten: “Es difícil ser padre soltero, pero no cambiaría ni un minuto de ello”.