Debido a la tecnología de hoy en día, las guerras se llevan a cabo de manera remota, tanto es así que los aviones ya no necesitan pilotos ni controladores. Sin embargo, hace siglos las batallas se libraban cuerpo a cuerpo con herramientas y tecnología igual de sofisticada pero manual.
Los antiguos pueblos mesoamericanos, como los aztecas, no fueron la excepción, pues las armas con las que subyugaron a otras civilizaciones fueron devastadoras y elegantes. Tal es el caso del macuahuitl, un bastón de madera parecido a un abatelenguas pero con navajas de obsidiana a sus costados que también sirvió para enfrentar a los españoles durante la colonización de América.
El nombre de esta arma se deriva del náhuatl maitl, que significa “mano”, y cuáhuitl, que es “madera” o “palo”. Estos filosos bastones de guerra llegaban a medir entre 70 y 80 centímetros, y eran una especie de raqueta con amplia empuñadura que facilitaba su manejo.
Sin embargo, aunque tenía filo y sus golpes eran poderosos, el arma distaba mucho de ser una espada o una macana. Al contrario, el macuahuitl era un instrumento inhabilitador, es decir, solo buscaba la inmovilización del oponente. A pesar de que podía infligir graves heridas, el uso era muy diferente al de una espada, pues los sujetos heridos con esta arma eran tomados como prisioneros.
Aunque suele pensarse que la primera aparición de esta arma fue en la zona del altiplano, las investigaciones apuntan a que fue en las zonas mayas, pues el macuahuitl fue un arma común que utilizaron distintos pueblos.
En realidad, las armas como tales no han llegado hasta nosotros, sino que las conocemos a través de los códices que dejaron los pueblos antiguos y por los testimonios de algunos españoles que escribieron crónicas sobre el arma. Entre los escritos más famosos se encuentra aquel que narra que esta arma podía partir de un tajo la cabeza de un caballo, afirmación algo exagerada. Sin embargo, una las más interesantes es la detallada por Francisco Hernández de Córdova, quien nos cuenta que en torno al arma había un ritual de guerra. Según el investigador Marco Cervera Obregón:
Al guerrero capturado durante las guerras floridas se le sujetaba del tobillo a una gran piedra llamada ‘temalacatl’; para ser liberado, tenía que derrotar a siete guerreros de la elite mexica, armados con un escudo y un ‘macuahuitl’ provisto de navajillas de obsidiana, en tanto que al guerrero capturado se le proporcionaba un escudo y un palo de madera decorado con plumas de algodón que simulaban el filo de obsidiana.
Aunque el propósito del arma no era letal, una herida de macuahuitl podía ser muy dolorosa, pues la obsidiana era sumamente filosa y quebradiza, lo cual hacía que pequeños fragmentos o lascas se quedaran en el interior de la herida provocando infecciones. Es una verdadera lástima que los únicos ejemplares conocidos hayan desaparecido durante el siglo XIX en el incendio de la Armería Real de Madrid, lugar donde se encontraban resguardados.
Actualmente hay mucha gente interesada en reproducir e investigar esta arma poco conocida, incluso el programa televisivo History’s deadliest weapons ha realizado algunas pruebas con el fin de probar el daño que esta arma podía causar. En México y en todo el mundo también se encuentran artesanos que se dedican a construir macuahuitles, ya que su forma y colorido son realmente únicos. Esto nos lleva a pensar que este palo rodeado de obsidiana cortante todavía tiene mucho que decir a los arqueólogos, quienes esperan encontrar ejemplares genuinos para su estudio.