Con el poder que logró tener uno de los mayores capos de la droga que han existido en el mundo, era de esperarse que Pablo Escobar Gaviria tuviera una larga lista de mujeres con las que estuvo involucrado.
Jhon Jairo Velásquez Vásquez, mejor conocido como “Popeye”, quien fue el lugarteniente de Escobar, y a quien por cierto, se le atribuye haber planeado 3 mil asesinatos y haber cometido 250 de propia mano, reveló los amores y amoríos de su patrón.
Su principal amor, relata Popeye, fue su esposa María Victoria Heano Vallejo, a quien cariñosamente llamaba “Tata”, y quien fue la madre de sus hijos, pues a ella, cuenta su lugarteniente, “la adoraba”, desde que la conoció, cuando era solo una jovencita de 13 años…
Por supuesto que la familia de María Victoria no estaba de acuerdo, pues Pablo ya tenía 24 años, pero a través de poemas, chocolates y discos de Raphael y Camilo Sesto, su enamorado, que era amigo del hermano mayor de la chica, logró que se enamorara de él.
Cuando cumplió 15 años, María Victoria se fue de La Paz a Palmira, a vivir con su abuela, quien les ayudó a que un cura los casara en marzo de 1976. A los 16, la chica tuvo al primer hijo del capo, y recuerda:
“Me casó el mismo cura que me bautizó en la iglesia de La Trinidad. Estuvimos en Palmira dos días, pasamos la luna de miel en casa de mi abuela y luego regresamos a Medellín.”
Por supuesto que la vida de María Victoria no fue fácil, por los peligros de la actividad de su marido, y porque sabía de las infidelidades del capo, quien tenía amantes a diestra y siniestra, y tenía a cuanta mujer quería en sus épocas de mayor apogeo. Sin embargo, ella lo aceptó:
“Pesaba mucho más la presión de la guerra que un reclamo por infidelidades, que era efímero para la dimensión de mi vida.”
Además, siempre manifestó que ella conoció al hombre amoroso y que daba todo por su familia, no al narcotraficante despiadado. Finalmente ese amor por la familia ocasionó que las autoridades lo localizaran, al rastrear dos llamadas telefónicas mientras estaba prófugo, para saber cómo estaban sus hijos y su esposa, y murió acribillado a tiros el 2 de diciembre de 1993, a los 44 años.
Según la hermana de Pablo, Alba Marina Escobar, quien también hacía las veces de su confidente, señaló:
“Victoria era el amor de su vida. La protegía como el más preciado tesoro y nunca hubo nada que lograra cambiar su sentimiento. Muchas hubo en su cama, pero una sola en su corazón.”
La Reina Nacional de la Ganadería en Colombia, en 1984, Elsy Sofía Escobar Muriel, de una belleza singular, con ojos azules y medidas perfectas, eran justo lo que Pablo quería, pues, hay que decirlo, sentía atracción por las jovencitas.
Con ella tuvo una relación durante dos años, en una lujosa mansión en la zona más exclusiva de Medellín, en el edificio Mónaco. Popeye recuerda:
“Mis respetos para aquella hembra, pues debió ser muy buen polvo para que prolongara su relación con Pablo durante dos años.”
En ese tiempo Popeye era el guardaespaldas de la chica, lo que le permitió, gracias a los constantes encuentros de Pablo con Elsy, acercarse más y ganarse la confianza del capo, hasta ser su lugarteniente.
Pero la historia con la reina llegó a su final en 1986, luego de un accidente en helicóptero del cual Pablo salió ileso y Elsy con algunas heridas. Luego de algunas visitas después, todo terminó, y Popeye relata la conversación en la que su jefe le dijo el por qué:
- Patrón, ¿cuánto duró con Elsy Sofía?
- Casi dos años. Hasta que le entró la ambición
- ¿Cómo la ambición?
- Usted conoció el apartamento de lujo que le tenía en El Poblado, los carros, las joyas y los viajes que le di.
- Sí, claro que me acuerdo del palacio donde ella vivía.
- Bueno, al final no estaba conforme y me pidió lo imposible. Después del accidente del helicóptero, con el brazo enyesado y todo, se le ocurrió ponerme un ultimátum: ‘Tu mujer o yo’. ¡Imagínese!”
Virginia Vallejo era la modelo y presentadora más deseada de Colombia, quien tenía a sus pies a ricos empresarios, políticos y por supuesto, Escobar puso sus ojos en ella.
Era de buena familia, refinada, hablaba inglés y francés, y sabía de varios temas; pero le gustaba el peligro, por lo que fue una candidata perfecta para ser una de las mujeres del líder del cartel de Medellín.
Se conocieron en 1982 y el encanto fue instantáneo. Virginia comentó que Pablo gastaba hasta 2 millones de dólares al año en combustible para su avión privado, solo para volar y poder ir a verla. Esta relación duró 5 años, e inició durante una fiesta que el capo dio en su Hacienda Nápoles, donde tenía todo un zoológico.
“Esa misma tarde estuve a punto de morir ahogada y Pablo me salvó la vida. Fui a nadar en uno de los ríos de su propiedad y se formó un torbellino. Veía que había cincuenta personas a mi alrededor pero nadie se daba cuenta de que estaba en peligro, que el agua me chupaba. ¡Ni mi novio me miraba!
“Y entonces llegó Pablo nadando hacia mí, me abrazó, me dijo que él me tenía, que me quedara tranquila. Y me salvó. Supe que en los brazos de ese hombre yo no tenía nada que temer.”
Ambos se impresionaron con el otro; Virginia dejó de lado su vida de niña rica y cedió ante Pablo, que más parecía un hombre de campo, de modales rudos. El capo cedía los caprichos de Virginia, por ejemplo, de dormir en camas separadas, pues no permitía que nadie la viera al despertar, sin gota de maquillaje…
A pesar de que ambos eran muy conocidos, no les importaba que los vieran juntos, ya sea en los toros o en la discoteca de moda. A ella tampoco le importaba gastar un poco de todo el dinero de su amante; se dice que le daba 60 o 70 mil dólares para que viajara a Nueva York o París, con la condición de que “se los gastara en una semana”.
Luego le regaló algo increíble (para ella): contrató al mejor cirujano plástico en Brasil en ese momento, Ivo Pitanguy, quien hizo su trabajo en el cuerpo de Virginia.
Al ordenar el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia en Colombia, en 1984, Escobar tuvo que huir y esconderse, así que la vida de lujos con Virginia, cambió a breves encuentros en secreto, pero ya no en lujosos hoteles o apartamentos, sino en cabañas de lugares apartados.
En uno de sus últimos encuentros, recuerda Virginia, hoy de 67 años, leyeron “La canción desesperada” de Pablo Neruda, y ambos lloraron juntos. Era el inicio del final, que se concretó cuando ella se enteró que Pablo le había regalado un collar de 250 mil dólares a otra mujer… aunque ella también tuvo sus infidelidades:
“Lo engañé con el líder del cártel de Cali y Pablo se enfureció. Los hombres temen que una le cuente al otro qué tal es en la cama, y Escobar era un pésimo amante…”
Esta mujer ha dicho que fue el gran amor de Escobar, sin embargo, Alba Marina, hermana del capo señaló:
“Esta mujer que asegura que fue el gran amor de Pablo y que guarda todos sus secretos, fue solo una de sus tantas amantes que lo cautivó y lo aburrió. Estuvo con ella hasta que se cansó y la envió a estudiar cine a los Estados Unidos para poder liberarse de su acoso. Él se beneficiaba de su imagen. El amor no se mide por los galones de gasolina o el precio de las joyas.”
La modelo Wendy Chavarriaga Gil, no solo fue otra de las amantes del capo, dice Popeye, sino que fue “su segunda mujer, después de Tata”, quien encontraría un terrible desenlace…
Por supuesto que Wendy tuvo lo mejor: joyas, coches, dinero, viajes. Lo que pidiera la bella joven, Pablo, apodado “El Patrón”, se lo concedía. Según comenta Popeye:
“El patrón contó orgulloso que un día llegó con Wendy al reinado de belleza que se celebraba en la Gran Manzana, y la gente se detenía a mirarla como si fuera una de la candidatas.”
Sin embargo, Wendy cometió un erro imperdonable: se embarazó. Esto era prohibido para las amantes de Escobar, ya que él solo tenía “una familia”, a la que consideraba como “sagrada”.
Así que, relata Popeye:
“Ella quedó embarazada por plata, pero el patroncito no quiso saber nada y le mandó a dos ‘pelaos’ y al veterinario para que le sacaran el bebe.”
Al despertar de la anestesia, luego del aborto, Wendy recibió al Patrón, quien le informó que su relación había terminado. Esto seguramente generó un odio terrible en Wendy.
Sin embargo, la historia no terminó ahí. Tiempo después, Popeye se encontró con Wendy en un club nocturno, donde bailaron y fueron al departamento de la chica… el lugarteniente, fiel a su patrón, le informó que estaba enamorado de Wendy. Escobar le respondió:
“Hace el amor muy bueno, Pope… pero déjeme que le diga que usted no es un hombre para Wendy: ella es para capos. Tenga cuidado, ahí hay algo raro”.
Y El Patrón tenía razón… luego de intervenir el teléfono de Wendy, Escobar supo que salía con Popeye para llegar a él y entregarlo al Bloque de Búsqueda, encargados de la detención del capo. Con la grabación en la mano, reunió a su mano derecha y a su lugarteniente:
“-¿Qué hacemos ahí, Pope? ¿Se acuerda que le advertí?
“–Pues usted tiene toda la razón, patrón. Esto es gravísimo. Yo sé qué tengo que hacer”.
“Concerté una cita con ella en uno de los restaurantes de moda y mandé dos de mis hombres, porque yo estaba enamorado y no quería ser quien la matara. Me paré a media cuadra. No existían los celulares y llamé por teléfono al restaurante. Mis muchachos tenían la orden de actuar cuando el camarero preguntara en voz alta por la señorita Wendy. Oí sus tacones aproximándose al bar y luego los tiros y su grito… quería oírla morir, porque yo me sentí pequeño, usado, idiota.”
Esta fueron, digamos “las más importantes”, pero habría que sumarle una muy larga lista de mujeres, sobre todo, jovencitas vírgenes, a quienes le gustaba ver con mujeres más experimentadas, para que ellas fueran su primera vez.
Al respecto, Popeye relata:
“La única perversión que le conocí, si así se le puede llamar, fue su fascinación por la pérdida de la virginidad de una jovencita heterosexual con una lesbiana experimentada.”
Las pláticas sobre mujeres entre el lugarteniente y el capo, se daban en la madrugada, ya que Escobar se despertaba a las 3 de la mañana y le pedía a Popeye que le cocinara huevos con arroz, arepas y café con leche, pero “batido en la licuadora”, para que hiciera espuma…
“Tenía una celestina que le conseguía mujeres dispuestas a experimentar por primera vez los besos y las caricias de otra mujer, hasta lograr orgasmos múltiples. Tenía un maletín con juguetes sexuales para sus noches de lujuria, lo llamábamos ‘kit de carretera’; yo se lo llevaba para noches especiales.”
Era tanta su fascinación por las jovencitas, que tenía un grupo de muchachos que se encargaban de contactarlas y llevarlas ante El Patrón; jovencitas de entre 14 y 17 años, sobre todo de clases populares, a quienes convencía con dinero, o a quienes se ponían más “difíciles”, les daba un coche, una motocicleta o un pequeño departamento en algún barrio popular de Colombia.
El propio Escobar decía:
“Estas chicas pierden la brújula con ver solamente un fajo de billetes.”
Estas pequeñas, al ser contratadas por narcos, se convirtieron en “señuelos” tanto de policías como de otros capos, que las utilizaban para obtener información de sus rivales. Muchas fueron las que terminaron muertas por este motivo.
No obstante, una de las jovencitas que en su momento estuvo con Pablo Escobar, recuerda que luego del sexo se ponía pensativo, fumaba un poco de marihuana (jamás cocaína, pues esa era solo para el negocio, decía), y les daba algunos consejos:
“Él nunca hablaba de sus problemas. Tocábamos el tema de lo que nos pasaba a nosotras. Y él nos decía que nos portáramos muy bien: ‘No sean mal habladas, niñas, por eso es que las matan…'”
Esta es solo una de múltiples historias de este personaje, que al pasar de los años, sigue generando interés, por el poder que logró acumular en Colombia y en buena parte de América…