Si algo nos enseña la historia de Wesley Peixoto es que cuando te propones una cosa y te esfuerzas, puedes lograr todo. Este joven brasileño no tenía dinero ni para pagar el pasaje diario para ir a la universidad, por lo que comenzó a vender dulces en las calles y su escuela con el único fin de subsistir y pagar su carrera. Muchos de sus compañeros se inspiraron en él, mientras que otros se burlaban, pero Wesley no hizo caso, pues siempre supo que hay una luz al final del túnel.
Los actos que hacemos diariamente siempre adquirirán mayor valor si alguien con un ojo crítico educado es testigo de ellos. Además, se dice que las cosas tienen mayor significado si son acompañadas por el sacrificio y la igualdad de oportunidades entre distintas personas. Wesley terminó su carrera universitaria a los 24 años de edad y después de superar una condición económica tan carente, ha externado el significado que tiene ganarse la vida.
Este joven sabe perfectamente que en muchas ocasiones la vida puede ser más dura para unos por el aspecto que se tiene. Cuando él ingresó a la universidad no contaba con los recursos económicos suficientes y aunque tenía una beca del 100 por ciento, producto de su puntaje obtenido durante las pruebas de selección, necesitaba conseguir dinero para comprarse comida, pagar su transporte y materiales de estudio, lo que lo obligó a trabajar mientras estudiaba.
Wesley vivía con su abuela, doña Lourdes, quien le ayudaba a pagar el pasaje de autobús con los ahorros que tenía, pero todo se complicó tras su fallecimiento. Sin embargo, esto no fue motivo para rendirse y este chico se puso a vender dulces en las calles de Río de Janeiro, Brasil para obtener recursos y asistir a la escuela.
Un buen día, mientras vendía sus dulces en uno de los autobuses donde se trasladaba, tuvo la idea de instalarse en la facultad donde estudiaba. Algunos de sus compañeros lo veían y les parecía extraño que estuviera ahí, hasta que le preguntaron por qué lo hacía. Después de saber su historia, muchos comenzaron a sentir gran admiración hacia él, inspirándolos a seguir con sus estudios. Sin embargo, otros solo se limitaron a criticarlo.
De hecho, muchos no le creían nada, hasta llegaron a pedirle la factura de la universidad, pues aseguraban que era imposible que pudiera pagarse sus estudios vendiendo dulces. El ahora profesionista sufrió de discriminación por mucho tiempo, lo tildaron de mentiroso y le dijeron que no merecía estudiar en esa escuela porque, según estos barbajanes, las personas de su color de piel jamás en la vida lograrían absolutamente nada.
Wesley llevó la misma rutina de venta durante los tres años que duró su formación profesional. Regularmente, salía a bordo de su bicicleta a las 2:00 p.m. cargado de dulces y volvía a las 4.30. Además, en la universidad usaba los recesos u horas libres para seguir vendiendo, así estuviera lloviendo o haciendo mucho calor.
Recuerdo tener los clientes adecuados, los que siempre compraban y me daban palabras de aliento. Muchos compañeros y estudiantes de otros cursos dijeron que yo era una inspiración de vida para ellos. Eso me hizo sentir feliz, porque sabía que no lo estaba haciendo en vano.
– Wesley Peixoto
Este héroe no quiere guardar esta historia solo para él, sino que quiere compartirla con todo el mundo, ya que su recompensa se ve reflejada en que actualmente trabaja como asesor ejecutivo en el Departamento Municipal de Asistencia Social, Ciudadanía y Mujer de Belford Roxo. Además, imparte clases de Sociología y Redacción en un curso preuniversitario para jóvenes de color necesitados, a quienes motiva y prepara para salir adelante en un mundo donde asegura no tendrán las mismas oportunidades que el resto.
El lema de Wesley es “Siempre hay una luz al final del túnel”, y él está seguro de que las recompensas no llegan a tocar las puertas de quien la está pasando peor, sino de quien hace todo lo posible y está dispuesto a enfrentar cualquier problema aunque todo parezca estar en su contra.
El ahora profesionista asegura que de no ser por las personas de buen corazón que se ha topado en su vida no se encontraría en el lugar en el que está ahora. Además, no hay día en el que no agradezca a su abuela, doña Lourdes, por todo el apoyo y confianza que le brindó.
Wesley tiene la intención de algún día volver a su facultad, pero no para vender dulces, sino como un profesor hecho y derecho para compartir sus conocimientos y así verse reflejado en las nuevas generaciones, motivarlas a seguir superándose e inspirándolas a ser mejores personas.