Todos hemos sufrido las consecuencias de una desvelada entre semana. Cuando al día siguiente tenemos que despertarnos para ir a trabajar, nuestro cuerpo lo resiente y estamos todo el día somnolientos y al límite de nuestras capacidades motrices. Sin embargo, nos hemos desvelado por buenas razones, ya sea una fiesta familiar, para ver una lluvia de estrellas o un partido de México a las 3:00 a.m.
Pero en 1964, un joven de apellido Gardner llevó al extremo la manía de no dormir las ocho horas diarias y duró 11 días sin pegar pestaña. Randy Gardner, un estudiante estadounidense, se prestó como conejillo de indias para un experimento sobre las consecuencias de la falta de sueño en el cuerpo humano.
El asunto había sido pensado por los amigos Randy y Bruce, pues se acercaba la feria de ciencias de su colegio y querían presentar un estudio fuera de lo común. Además, querían batir el récord Guinness de 260 horas sin dormir que poseía un DJ hawaiano.
En un principio querían conocer si alguien con falta de sueño podía tener experiencias paranormales o ver algo distinto en su comportamiento, pero se dieron cuenta de que eso era muy absurdo y mejor se dedicaron a observar los efectos de la falta de sueño en las habilidades cognitivas.
El experimento se realizó en la casa de los padres de Bruce y a ellos pronto se unieron Joe Marciano, amigo de los jóvenes que ayudó a monitorear a Randy, y más tarde, el profesor William Dement, hoy profesor emérito de la Universidad de Stanford.
Con el paso de los días empezaron a observar que el comportamiento de Randy y sus habilidades motrices se alteraban. Los primeros días experimentaba solo dolor en ojos y cabeza, pero para el cuarto ya tenía alucinaciones hipnagógicas, es decir, confundía los sueños y la realidad. Luego empezó a ver borroso permanentemente y, por último, su capacidad para hablar se vio afectada.
Empezamos a notar cambios: Sus habilidades cognitivas incluso sensoriales empezaron a verse afectadas, pero su destreza para jugar al básquet mejoró.
Después de pasar los últimos días escuchando una radio que no existía, el 8 de enero de 1964, Randy Gardner por fin se fue a dormir. Además, había roto el récord del hawaiano. El joven durmió 14 horas seguidas hasta que se despertó para ir al baño y se encontró sin aparentes secuelas.
El más grande descubrimiento que encontraron los trasnochados investigadores fue que el cerebro podía mandar a descansar ciertas zonas para protegerlas y mantener despiertas otras. Pero aún no saben si no dormir puede causar la muerte. Randy luego declaró que aprendió a no desvelarse y años después también reveló que empezó a sufrir de insomnio.
La incursión onírica de estos tres jóvenes y el profesor Dement llamó la atención de la prensa y fue el tercer tema más popular en los medios después de la muerte de Kennedy y la visita de los Beatles.