El debate por la esencialidad de la carne en nuestra dieta no parece terminar, pero un estudio de la Universidad de Harvard afirma que este alimento fue esencial para el desarrollo del ser humano. De acuerdo con los científicos, la proteína de la carne hizo que nuestros cerebros fueran de mayor tamaño que nuestros antepasados, marcando así la evolución del Homo habilis al Homo sapiens.
El estudio que lleva por título Impacto de las técnicas de procesamiento de la carne y de los alimentos del Paleolítico Inferior en la masticación de los seres humanos fue elaborado por Daniel Lieberman y Katherine Zink. Ambos investigadores presentaron sus resultados y descubrieron que la carne permitió el desarrollo del cerebro y, por lo tanto, la elaboración de utensilios, que a su vez hicieron que el hombre primitivo dejara de invertir tanto tiempo en masticar.
Según el estudio, los chimpancés, que son los monos más parecidos a nosotros, pasan la mitad del día masticando sus alimentos, por eso se cree que nuestros antepasados, hasta antes de conocer la carne, invertían la mayor parte de su tiempo en masticar las frutas y vegetales.
De acuerdo con el artículo científico, el consumo de carne cocinada aporta 2,5 veces más kilocalorías que los vegetales, lo cual habría resultado esencial en el desarrollo de los homínidos. Además, la masticación se reducía en un 20 por ciento y la fuerza empleada para morder era menor debido a los procesos de cocción de los alimentos, lo que se vería reflejado en la reducción de la mandíbula y los colmillos.
La investigación supone que el decrecimiento de la mandíbula y los colmillos sería el espacio que tomaría nuestro cráneo para expandirse y así permitir alojar un cerebro de mayor tamaño. Esto lo comprobaron con algunos sujetos voluntarios que se sometieron a dietas de carne de cabra y vegetales como zanahoria, betabel y camote, pues serían alimentos cercanos en sus características a los que pudieron haber consumido nuestros antepasados.
Sin embargo, debemos situar los resultados dentro del marco del proceso evolutivo y distintos modos de producción o de obtención de alimentos, por lo que el estudio no quiere decir que la carne tenga los mismos efectos sobre nosotros, menos ahora que se produce en masa y de manera industrial poco regulada, cosa muy criticable desde el punto de vista ambiental.
El estudio también presenta algunas comparaciones de obtención de proteínas a través de carnes y vegetales, y menciona que la carne nos aporta de manera más rápida la cantidad necesaria, mientras que solo dos vegetales, que no pertenecen a la canasta básica, pueden hacer lo mismo por nuestros cuerpos.
Lo recomendable, mientras estés indeciso en cuestión de tomar partido por tu alimentación o en contra de cualquier maniqueísmo alimentario, siempre será una dieta balanceada que nos permita vivir saludablemente y en paz con otras especies. Además, varias objeciones de corte lógico pueden oponerse a este estudio, como el tiempo que también costaba cazar animales, preparar la carne, etc.
Y, nomás por entrarle a los catorrazos, otra hipótesis más poética y práctica sobre el desarrollo de nuestros cerebros y la configuración de nuestra dieta puede plantearse: que la simple necesidad de comunicarse, la búsqueda de la expresión y el propio lenguaje, una herramienta que cambió nuestro futuro, haya moldeado los músculos de nuestras mandíbulas y nuestros gustos alimenticios.
Al final, la gama de alimentos disponibles hoy en día también puede ser superior. Seguro habrá otros alimentos de origen vegetal que se acerquen a las calorías que la carne puede aportarnos y, además, cada quien jala la historia y los estudios antropológicos para sus propias trincheras.