Los seres humanos somos cosquilludos por naturaleza, de hecho algunos pueden llegar a orinarse si otra persona toca demasiado sus axilas, pies, cuello o los laterales de las costillas. Sin embargo, ¿por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos?
Si crees que es un tema demasiado tonto, déjame decirte que los filósofos antiguos llegaron a estudiar los efectos de esta acción, mentes de la talla de Darwin, Galileo, Sócrates y Aristóteles, siendo este último al que se le atribuyen las primeras grandes reflexiones sobre las cosquillas.
Podrías intentarlo en este momento y probablemente tener sensaciones algo incómodas, pero algo es seguro: jamás podrás hacerte reír tú mismo al intentar hacerte cosquillas, y a continuación te diremos el porqué.
El cerebro juega un factor importante en todo esto. Este músculo principal es el responsable de que seas consciente de cada movimiento que haces, incluyendo intentar hacerte cosquillas.
Cuando quieres hacerte reír con esta práctica, el cerebelo ya está consciente de que lo estás intentando, por lo tanto, esta predicción y la conciencia prepara a tu cuerpo para que no esté sensible a la hora de que te toques tú mismo.
Imaginemos el caos que se crearía cada vez que nuestras manos tocaran por accidente otras partes de nuestro cuerpo y nuestro cerebro no tuviera la capacidad de predecir cada uno de esos movimientos, tal vez caeríamos tirados al suelo en un ataque de risa.
Son dos las partes del cerebro que comprenden y procesan el dolor y ansias que producen las cosquillas, y estas son: la corteza somatosensorial (que procesa el tacto) y la corteza cingulada (que procesa buenos sentimientos).
Los estudios han demostrado que son significativamente menos activas cuando una persona intenta hacerse cosquillas en comparación a cuando alguien más lo está haciendo.
Así que en conclusión: tu cuerpo es tan increíblemente inteligente que sabe exactamente dónde, cuándo, y lo difícil que va a ser soportar todas las sensaciones que conllevan las cosquillas.
Lamentablemente el cerebro no nos protege de los intrusos que allanan nuestro cuerpo para hacernos pasar un rato desesperante y con falta de aliento. Sería justo que también actuara en esos momentos.