Desafortunadamente, cuando pensamos en las Torres Gemelas, lo primero que se nos viene a la mente es la tragedia del 11 de septiembre de 2001, aquel fatídico día en el que miles de personas murieron en un atentado donde aviones se estrellaron contra las torres y otros lugares de importancia para Estados Unidos. Sin embargo, antes de esta recordada fecha, estos edificios eran un estandarte de Nueva York y las torres más altas del mundo.
Por ello Philippe Petit arriesgó su vida al caminar sobre un cable que colgaba de extremo a extremo de la cima de las torres del World Trade Center, sin ninguna protección y sin un permiso más que el de su instinto de aventura.
Petit ya era conocido por sus atrevidas hazañas en Francia, donde hizo su primera exhibición ilegal entre las torres de la catedral de Notre-Dame en 1971. Sus dotes de equilibrista lo llevaron a buscar situaciones más comprometedoras en otros países como Australia, donde se equilibró entre las torres del puente del puerto de Sídney. Pero después de escuchar de la construcción del World Trade Center, sus ojos tornarían hacía otro lado.
Petit llegó a Nueva York en 1974, justo después de finalizar la construcción del coloso dedicado a promover la paz mundial a través del comercio. Ahí logró colarse en el techo de una de las torres para hacer algunas observaciones. Estudió el lugar tan meticulosamente que pasó meses planificando sus movimientos. Medía secretamente las distancias, leía artículos sobre su construcción, aprendía todo lo que podía sobre los edificios. Era tal su dedicación que comenzó a llamarlas “mis torres”.
Las visitaba durante ocho meses en Nueva York, midiendo cosas en secreto, tomando… rápidamente algunas fotografías [de] dónde conectar el cable, cómo pasar el cable. Entonces, después de todos esos años y meses de estudiarlos para mi caminata ilegal, por supuesto que eran ‘mis torres’ y así los llamarían mis amigos.
Después de meses de practicar en un modelo que construyó, hacer una maqueta y apropiarse en su mente de esas torres, la noche del 6 de agosto de 1974, Petit y su equipo subieron a cada uno de los techos y lanzaron una flecha con alambre de pesca que usaron como línea para pasar el grueso cable. Una vez comunicados, inició sus primeros pasos a las 7:00 a.m. del 7 de agosto sobre el cable de acero de una pulgada.
Philippe Petit walks a tightrope between the twin towers, this day in 1974. https://t.co/BnPleErm6o pic.twitter.com/gUUmVbIJyh
— The New York Times Archives (@NYTArchives) August 7, 2017
Petit se balanceó a una altura de más de 411 metros con una vara de 22 kilos y casi ocho metros de largo. Un acto impresionante que cautivaba la mirada de los neoyorkinos y, naturalmente, de la policía, quien llegó a los techos de las torres con el propósito de esperar a que terminara el espectáculo para arrestarlo por sus actos ilegales.
Sin embargo, los policías no lo tendrían tan fácil, pues después de meses, Petit no se quedaría solo con una caminata. El hombre paseó por el alambre ocho veces, se arrodilló y hasta se acostó en el cable estando en las alturas. Cuando por fin pisó el suelo, fue arrestado por la policía. Se le sometió a pruebas psicológicas en las que contestó “cuando veo dos naranjas, hago malabarismos; cuando veo dos torres, camino”.
Se le acusó de allanamiento de morada y conducta desordenada, pero los cargos fueron retirados con la condición de que diera un espectáculo público en el Central Park. Trato que felizmente aceptó. Este éxito colocó a Petit y sus torres, literalmente, en lo más alto. Pero nadie se iba a imaginar lo que iba a pasar en menos de 30 años.
Cuando los aviones impactaron contra las Torres Gemelas en 2001, Petit no lo podía creer. Vio cómo se destruían ante sus ojos esas torres a las que tuvo tanto apego. Pero él sabía que “no se puede comparar perder una maravilla de la arquitectura a perder vidas humanas”. Desde ese momento dejó de llamarlas “mis torres” para comenzar a nombrarlas “nuestras torres”.