Hoy les vengo a contar una de esas historias con final feliz. Es sobre un tipo que se cree influencer, uno de esos que prometen publicidad a cambio de cosas gratis solo que, esta vez, su plan no salió como esperaba y, como dice mi abuelita, “le salió el tiro por la culata”.
Resulta que este chico australiano llamado Jarra Sherlock, del cual probablemente no han escuchado porque ¡obvio! no es famoso como él dice, mandó un mensaje a un conocido bar en Sídney, Australia, en el que les proponía un intercambio de publicidad por bebidas gratis, como todo buen influencer.
La cosa es que el Bulletin Place Bar es, de hecho, un bar muy popular. Abrió sus puertas en el 2012 y hoy en día es uno de los más aclamados y reconocidos mundialmente, pero esta información era desconocida por Jarra.
Conocido en Instagram como @jarra_sherlock12 (aunque ya no más, porque tuvo que cerrar su cuenta; más adelante lo mencionaremos), mandó un mensaje privado a Bulletin pidiendo consumo gratis con la promesa de promover su bar entre sus seguidores.
El bar hizo lo que todo negocio debe hacer: se negó a su petición y lo quemó en redes sociales, más que nada porque ninguna persona que te pida cosas gratis vale la pena ser tomada en cuenta.
Al principio esto lucía como una propuesta genuina. Empezó haciendo cumplidos al bar, y ellos le respondieron de manera positiva.
Una vez soltado el señuelo, el chico lo arruinó todo pidiendo, como todo buen influencer, cosas gratis a cambio de la mención en sus redes.
El bar le contestó que mejor no, y casi creo que no es la primera vez que les sucede algo así.
Por su parte, Jarra no lo tomó muy bien y remató con una actitud bastante infantil.
Bulletin hizo lo que tenía que hacer: rechazarlo y nuestro amigo influencer demostró que no se sabe comportar.
El bar incluso tomó su ofensa en gracia y lo agregó como parte de su descripción en Instagram.
El bar subió las capturas a sus redes sociales y pronto la noticia se hizo viral: 6,385 seguidores se convirtieron rápidamente en más de 11 mil, y todo gracias a un influencer llorón.
Pero la cosa no acaba aquí. Jarra pronto fue bombardeado por mensajes que lo reprendían e insultaban, y no es que avalemos esa conducta, pero si te metes con fuego sales quemado. El chico se quiso mostrar fuerte ante la situación, y primero subió una historia en la que decía que no le afectaba lo que la demás gente dijera.
Pero obviamente sí le afectó, porque después de todo el hate que recibió tuvo que cambiar su nombre y foto de perfil varias veces. Ahora, repito, no apruebo los insultos ni mucho menos, pero que sirva de experiencia antes de mandar mensajes directos a alguien y hacer un berrinche al respecto.
Una vez que se vio atacado, Jarra decidió cambiar la historia y salió a decir que lo habían hackeado (sí, ajá), además de que muchas personas se dieron cuenta que de sus 37 mil seguidores, solo el 52 por ciento eran personas reales, los demás eran bots pagados por él… Y así quería bebidas gratis.
No creo que lo entiendan, pero a ese bar no le importa. Ya les dije que me hackearon pero ellos quieren hacer dinero exponiéndome y arruinando mi vida.
Después de esta publicación, nuestro amigo influencer tuvo que cerrar su cuenta de una vez y para siempre. Ahora tendrá que buscar un trabajo real y tal vez lo piense dos veces antes de ser un creído de nuevo.
La moraleja de esta historia es que, por muchos seguidores que tengan, no sean gandallas y no pidan cosas gratis.