The Fate of the Furious (o Rápido y Furioso 8) está en los cines, y con esta entrega muchos empezaron a reflexionar sobre la espectacularidad de la serie de motores y autos modificados, una franquicia que no parece tener fin y que también es parte de la épica moderna.
Es probablemente la única saga que en su quinta entrega empezó a mejorar: la única también que opera de manera distinta a otras superproducciones de gran éxito (no tiene superhéroes, magos ni personajes de Disney), y a diferencia de Star Wars, tiene un orden cronológico estable y sigue siendo un éxito garantizado.
¿Por qué? Porque cada película es entretenimiento puro de dos horas de los mejores choques y persecuciones posibles. Y finalmente, estas películas no van dirigidas a una audiencia específica, cuando entras al cine, los asientos están ocupados por todo tipo de personas.
¿Pero cómo es que estas películas, que según The Onion están escritas por un niño de cinco años, logran tanto éxito? La respuesta parece simple, y es que la saga tiene esa idea de que es posible lograr lo “imposible”.
El variado grupo de directores parece haber encontrado una manera de hacer de estas películas thrillers emocionales que conjuntan muy bien la acción, el riesgo y la arrogancia. Además de un montón de bellos autos convertidos en chatarra, haciendo acrobacias impresionantes.
Históricamente, una película de acción tiene éxito cuando logra captar la manera en que la gente se ve a sí misma, así como los ideales que los espectadores respetan y a los que aspiran. En Jurasic Park los humanos hacían de dioses, por lo que fueron castigados. En el Titanic los humanos desafiaron a Dios y también sufrieron las consecuencias.
Pero películas como Die Hard o Fast and Furious reflejan la lucha diaria de cada hombre y su búsqueda de una finalidad mediante la defensa de ciertos valores, contra la adversidad y la injusticia, que a veces aparece disfrazada de buenas costumbres.
Así, en Die Hard, el hombre promedio, (John McClane), activamente se enfrenta a una élite de soldados usando ropa interior y sin zapatos. La franquicia de los Rápidos y Furiosos es similar.
Los héroes que aparecen en las situaciones más insospechadas, son un reflejo de la vida diaria. Esto es lo que hace que franquicias como F&F tengan éxito. Cuando lo absurdo aparece y envuelve a los personajes que de alguna manera de representan, te interesas más por el desenlace y cómo la película desafía un destino predeterminado.
Las películas más absurdas son un éxito de taquilla cuando la audiencia decide que desafiar a la naturaleza es más importante que recordar las reglas de una realidad poco creíble. Las películas así fueron escalando de una relación de corredores callejeros y pendencieros, al nivel de héroes proletarios que casi alcanzan la categoría de James Bond, o Iron Man.
¿Y qué hay de las escenas ridículamente irreales? Algunos se ríen como locos cuando ven que Vin Diesel se lanza a alta velocidad por el parabrisas para atrapar en el aire a Michelle Rodriguez, por ejemplo. Otros dirán que escenas como estas son “licencias poéticas” que los cineastas utilizan para normalizar lo ridículo porque se supone que una película sea divertida, y porque seguramente estarás de acuerdo en que a veces la realidad es más ridícula que la misma fantasía.
Además, la franquicia apela a otro elemento, el de la hermandad. La serie ha sabido mantener enganchada a la audiencia con el deseo de cualquiera de pertenecer a una familia tan fantástica como la del equipo de Vin Diesel. Un equipo tan diverso e inclusivo como cualquier familia o comunidad ideales.
Cuando la audiencia se despidió de Paul Walker en Fast and Furious 7, fue un momento intenso. La canción de Charlie Puth, See you again se escuchaba en todas las estaciones de radio. La serie además necesitaba esa canción y ese momento para despedirse del actor, como cuando te despides de un familiar. Su legado persistirá seguramente en las futuras entregas.
Por todas las razones dadas previamente, la franquicia de Fast and Furious es una especie de épica moderna que presentada como una ópera americana, tiene como sopranos y mezzo sopranos, el rugido de motores modificados y llantas rechinantes. El resto de la historia es la misma que la de una ópera, personajes debatiéndose entre la traición y la redención, el amor y la tragedia.