¿Quieres aprender cómo puede valerte m***e todo y que no te valga al mismo tiempo? Entonces debes seguir la filosofía Zen y taoísta? ¿Esto es una expresión de las filosofías orientales? ¿Es una manera de expresar la dualidad del yin y el yang? Échale un ojo a estos sencillos pasos de enseñanza.
1. Que te valga m***e
Por un lado, las filosofías Zen y el Taoísmo son la máxima expresión de no dejar que las cosas te afecten de manera importante. De hecho, existe una página de Internet de taoísmo que se llama HowToNotGiveAFuck.com.
Robert Anton Wilson, héroe contracultural, dijo:
“Después de años de estudio apasionado de los ideogramas del Tao Te Ching, creo que puedo resumirlo en unas pocas palabras… Al carajo. Y si no puedes mandarlo al carajo, ignóralo. Se irá.”
Ciertamente, el taoísmo (y el Zen, su primo hermano) nos piden que no tengamos muchas expectativas, preferencias y ataduras. La mayoría de la gente en el mundo tiene expectativas muy altas, deseos, preferencias y ataduras, pero el taoísmo y el Zen dicen, “nah, deja ir toda esa porquería. Lo único que hará es causarte sufrimiento.”
El taoísmo, ilustrado por el Tao Te Ching y otros textos taoístas, es como una pluma en la brisa, a la deriva en el mar de sucesos, que va en la dirección de la corriente. Eternamente contenta con lo que venga y se presente. Porque no le parece importante molestarse con preferir una cosas sobre otra. Todas las cosas y todas las experiencias son necesarias, completas, suficientes y sagradas.
2. Pero… que no te valga m***e
Sin embargo, siempre parece problemático entender esto. “Valerte m***e” las cosas, se puede asociar fácilmente con el nihilismo que cree en la nada por sobre cualquier cosa. Es posible que un taoísta vea los actos de violencia como expresiones necesarias del Tao ( “el camino”, “la vía”, o “el método” o “la doctrina”), la naturaleza budista, aceptándolo con ecuanimidad.
Sin embargo, sería malentendido, pues el taoísmo no permite participar de la violencia maliciosa. No se permitiría infligir sufrimiento en otro ser.
Ambos, taoísmo y Zen, enfatizan la importancia de obtener verdadero conocimiento del Tao o la naturaleza budista, que significa tener compasión por los otros seres vivientes.
En esta perspectiva, la persona a la que le “vale m***e” y además se inclina a la violencia, es consumida por la desilusión, incapaz de ver la identidad esencial de sí mismos y el ser que quieren dañar. Esta persona no reconoce que la ira, envenenará el vaso en que se encuentra.
3. Combinar ambas
De esta manera, al taoísta o budista Zen realizado, podrá valerle y no valerle a la vez.
El sabio parece preocuparse por un cierto nivel de bienestar de todos los seres sensibles, habiendo perdido la capacidad de herir maliciosamente cualquier forma de vida. Al mismo tiempo, no tiene preferencias, ataduras, deseos o expectativas.
Parecen dos cosas paradójicas, incomprensiblemente unidas. Tener compasión parece entenderse como una preferencia, un deseo o buena voluntad, paz, no-violencia, etc., ¿no es así? Pero, ¿no se supone que los taoístas y budistas Zen no tengan preferencias y deseos?
El sabio ha llegado a un estado de compasión, incluso si al sabio le valen madre algunas acciones o situaciones particulares, su ser nunca se sentirá empujado a hacer daño. La bondad, paciencia y empatía saldrán solas como el agua de un manatial.
Este estado de ser no parece suponer que el sabio prefiera o desee actuar por compasión. Es lo que pasa como resultado de la realización. Y cuando otros, consumidos por el engaño, actúan violentamente, simplemente lo ven como algo que pasa.
El sabio acepta las cosas como una expresión de la naturaleza. La perspectiva del sabio parece similar a la perspectiva del poeta Rainer María Rilke:
“Deja la vida sucederte. Créeme: la vida siempre está en lo correcto.”
El sabio también siente compasión por todos los seres atrapados en este laberinto existencial sin sentido, sumergidos en sufrimiento.
Así es como las acciones del sabio parecen benevolentes, como si le importara la demás gente. En algún sentido así es, es cierto, pero también es el estado natural del sabio. Sólo eso. No es el resultado de preferencias, deseos, esperanzas, o ataduras.
De esta manera es como al sabio le vale madres y no le vale madres todo al mismo tiempo.
Este estado del ser es un ideal que vale la pena buscar. Aunque no parece una meta realista. Es más una imagen romántica que no desea nada más allá de sí mismo.
Puedes empezar canalizando el espíritu espontáneo y pacífico del sabio cada vez que puedas, permitiéndote tener menos preferencias y expectativas, a aceptar lo que venga viviendo desde la compasión y la gratitud. Frecuentemente fallaremos en esto, pero puede valer la pena intentar.