La página The Art of Manliness publica frecuentemente distintos tipos de artículos con opiniones sobre la virilidad en diversas épocas y facetas del hombre. En esta ocasión, hace una reflexión sobre la diferencia entre ser como Héctor o como Aquiles, dos de los grandes héroes de la epopeya de Homero, La Iliada.
Transcrita, palabras más palabras menos, aquí te dejamos la opinión del autor respecto a La Iliada, que para los antiguos griegos era una guía de la virilidad o andreia (el ser hombre).
Alejandro Magno tenía, según se dice, una edición especial del poema épico (preparado por Aristóteles, su tutor) bajo su almohada durante sus conquistas, y lo leía continuamente. Para él, Aquiles era la virilidad encarnada, y el joven rey se guiaba con ese ideal. Cuando empezó a conquistar Asia, Alejandro se desvió para homenajear la tumba de Aquiles.
Siempre que tenía dudas, le rezaba a la madre de Aquiles, Tetis. Cuando su mejor amigo, el general Hefesto, fue muerto en batalla, Alejandro se lamentó profundamente, lo mismo que Aquiles con la muerte de Patroclo.
Muchos hombres jóvenes, desde tiempos de Alejandro, han encontrado inspiración en Aquiles, el poderoso, el guerrero de pies alados. Él personifica el ideal que desean alcanzar: el valor y la proeza física.
En tanto que Aquiles podría ser la personificación perfecta de la andreia y ser adulado siempre, hay otro carácter que ejemplifica la virilidad en La Iliada, y es otro ideal que no debemos olvidar.
Aquiles
Nada podía parar a Aquiles en batalla. No tenía miedo de nadie, ni del rey Agamenón, el líder elegido de Grecia para sitiar Troya. Aquiles era rápido, ágil y fuerte. Hacía que las hazañas heroicas se vieran fáciles.
La reputación de Aquiles y su virilidad era tan grande que los troyanos corrieron espantados cuando vieron a Patroclo con la armadura de su amigo, pensando que era el legendario guerrero. Según la leyenda, Aquiles también era muy bien parecido.
Por supuesto, también tenía sus faltas: padecía una ira incontrolable y un talón que lo hacía vulnerable, eso lo llevó a su muerte prematura. Fue el precio que tuvo que pagar por la inmortalidad y por asegurarse un legado del que la gente todavía habla.
Pero tener a Aquiles como el ideal a seguir nos deja ante un dilema: Aquiles no era mortal como todos; era un héroe, un semidiós, hijo de un mortal y una diosa. Por ello, no tenía que buscar su virilidad como los demás. Era su naturaleza ser superhumano, valiente como ninguno y más fuerte y ágil que cualquiera.
Así que mientras que la virilidad de Aquiles es un ideal, su vida no es una guía muy útil, a menos que nuestras madres vivan en el Olimpo. En contraparte está Héctor, el príncipe de Troya y enemigo mortal de Aquiles.
Héctor
Por nueve largos años, Héctor dirigió la defensa de Troya contra los griegos. Era un guerrero endurecido en las batallas y, como Aquiles, tenía una gran reputación por su virilidad. Pero él era distinto a Aquiles: era 100 por ciento mortal.
A diferencia de Aquiles, que nació con andreia, Héctor tuvo que aprender. Él admitía eso en una parte de La Iliada. Héctor, cansado y empolvado por la batalla, regresa a las murallas de Troya para descansar. Ahí está su amada esposa, Andrómaca, quien le ruega que no vuelva, temerosa de que la próxima vez que vea a su esposo venga en su escudo, muerto. Héctor, aún en su armadura, confiesa a su esposa que tiene el mismo temor (a diferencia de Aquiles).
Aquiles hubiera respondido con una frase de virilidad pura y habría dicho a su esposa que no se preocupara, y que quienes debían preocuparse eran sus enemigos. Pero Héctor es humano y tiene humildad respecto a sus habilidades y su valor. Ha aprendido a ser valiente y a pelear.
El valor no es una falta de miedo, sino que ha aprendido a controlarlo y a aprovecharlo para luego avanzar. La palabra griega para “aprender” es didaskein, pero, según David Mikics, no se usa en otras partes de La Iliada para describir el aprendizaje de la virilidad o la valentía.
Al parecer, Homero establece un contraste entre Héctor y su rival Aquiles. Luego de que admite tener miedo, su hijo, Astianacte, lo ve con su armadura manchada de sangre y al no reconocer a su padre, empieza a gritar. Riendo, Héctor se quita su casco, lo levanta y lo besa.
Héctor entiende que la bondad debe ser respaldada con la fuerza y reconoce que, a menos que se mantengan las virtudes bárbaras, sumar las civilizadas no tiene sentido. Pasa los días aprendiendo. Observa y practica para ser valiente, fuerte y atrevido. Se dedica a la educación en la virilidad.
Un compañero de viaje
Tal vez muchos nos identifiquemos más con Héctor. Por su lado humano, un hombre de familia que tuvo que aprender a ser viril, a ser valiente, a ser físicamente capaz y fuerte, pues si no está en nuestra naturaleza, nos forzamos a aprenderlo.
Siempre nos encontramos hombres que son más como Aquiles: nacen con andreia, son naturalmente valientes, físicamente capaces y no tienen miedo a los riesgos; y ante ellos nos vemos empequeñecidos.
Como Aquiles, encarnan las virtudes viriles que respetamos, pero, en lugar de eso, es preferible mirar a los hombres que por naturaleza son como Héctor, quien tuvo que aprender a ser valiente. Ellos tienen puntos de vista importantes; son autodidactas en cómo alcanzar andreia.
La mayoría somos como Héctor: trabajamos para llegar al ideal. Es fácil sentirse inseguro por el hecho de que constantemente tienes que aprender a ser un hombre. Pero esa inseguridad se hará a un lado si te propones la meta claramente.
Ser o aprender, son los dos caminos de la andreia. Para la mayoría de nosotros, es el camino que debemos tomar como una decisión consciente.