Normalmente, como buenos varones, nuestras pláticas con los amigos de verdad comienzan con un apodo que haga referencia a un defecto físico que tengamos; y la verdad, terminan incluso hasta con miniluchas que no son más que una muestra de nuestro afecto hacia ellos.
Siempre hay un momento para que los ofendamos, viendo un partido de soccer, baloncestos, todo con tal de perder el tiempo y no vernos tan femeninos en nuestras pláticas. Seamos sinceros, nos sentimos todos unos machos aunque estemos hablando de lo mal que nos fue con nuestra ex.
Si no pasa esto con alguna de nuestras amistades, realmente nunca lograremos sentirnos contentos ni cómodos de contar parte de nuestras vidas a ellos, porque es así como nosotros expresamos nuestros sentimientos.
Así mostramos nuestra honestidad y hasta cierto punto lo que nos llegamos a apreciar, nunca lo hacemos con maldad. Porque cuando nos damos cuenta de que no es una amistad verdadera, nos la pasamos preocupados del cómo decir las cosas sin que el otro tipo se ofenda, y somos incapaces de bajar nuestra guardia.
El ego masculino es realmente misterioso. Nuestros amigos son una de las herramientas más importantes para mantener este ego bajo control. Porque si de pronto uno se está pasando de crecidito y vanidoso, los demás se lo hacemos ver de un modo cruel sin ofenderlo y así es como nos controlamos entre hombres, en pocas palabras: así nos cuidamos las espaldas.
Además, si nos burlamos de nuestras fallas es porque así nos demostramos que realmente nos interesa la vida del otro. Pero eso sí, no siempre nos burlamos de todos, existen asuntos muy personales que también los sabemos tratar con seriedad, hemos aprendido con los amigos cuando no se debe cruzar la línea.
Y cómo olvidar las bromas que nos hacemos cuando salimos al club, ese momento en el que alguno se pone más borracho para sacar aquella pena que tanto le pesa. Siempre como buenos amigos aprovechamos ese instante para que de broma en broma salga algún consejo y le mostramos a ese amigo lo que realmente somos; y que por eso estamos ahí, para respaldarlo y ayudarlo en todo lo él necesite.
En esos momentos del bar, también te das cuenta quien en realidad es tu amigo y cuánto puedes llegar a apreciarlo, pues entre más difícil te parezca hablar con él, menor es su nivel de amistad. Al ser capaces de reírnos de nuestras propias desgracias, es más valiosa la amistad y el vínculo que podemos generar con ese amigo.
Seamos claros, a nadie nos gusta estar cerca de una persona a la cual no le gusta que nos podamos reír de ella o que no podamos hacer ninguna broma pesada a otro amigo delante de ellos, porque se molestan. Los amigos son para perder el tiempo y distraernos con alegría, es estar con esos sujetos que a su modo te muestren respeto por lo que tú les puedes ofrecer como amistad, que sean así como nuestra personalidad nos define.
Los buenos amigos son como nuestros hermanos. Quienes tenemos hermanos y crecimos con ellos en la misma casa, sabemos de lo que se trata. Una relación en la que te puedas pasar el tiempo discutiendo sobre lo que hicieron y se hicieron el uno al otro, pero saber en el silencio cuánto en realidad se aprecian.
Dicho esto, las verdaderas amistades son aquellas que son tratadas como la familia: podremos tirarnos con todo aquello que nos encontremos en la casa, hacer y deshacernos jugando a las luchas, pero el agradecimiento, el cariño y la confianza es algo que no necesita ser cuestionado es algo que con cada acción como ésta, se ve reforzado. Un buen amigo siempre será como tu hermano.